Cómo comprobar si tu navegador filtra información sobre ti en Internet: tres servicios gratuitos

Cómo comprobar si tu navegador filtra información sobre ti en Internet: tres servicios gratuitos

Cada vez que abro el navegador, mis datos personales en internet comienzan a vivir su propia vida silenciosa, incluso si solo desplazo noticias o leo un artículo. La página se carga, y con ella se transmite un conjunto de características: dirección IP, tipo de dispositivo, tamaño de pantalla, zona horaria, particularidades de la tarjeta gráfica y la forma en que esta renderiza la imagen. A partir de esos detalles es fácil reunir una huella digital única que permite a los sitios y a las redes publicitarias reconocerme de nuevo, incluso si he borrado las cookies, cambiado de navegador o activado el modo de incógnito.

Formalmente todo esto se hace por conveniencia y supuestamente por la protección de datos personales, pero en la práctica se obtiene un panorama bastante claro: se puede rastrearme sin los rastreadores clásicos. En esencia, el navegador revela suficiente información como para que los mismos servicios me identifiquen por la combinación de rasgos, no por una o dos etiquetas evidentes.

Además, la ley sobre protección de datos personales regula el almacenamiento y la transferencia de información por parte de las empresas, pero dice mucho menos sobre lo "hablador" que puede ser el propio navegador. Lo que normalmente se describe como procesamiento y protección de datos personales se asocia con bases, contratos, niveles de acceso, y la realidad es que la fuga a menudo comienza precisamente con el conjunto de parámetros técnicos que se recopilan automáticamente al cargar la página.

Si se mira la situación en sentido amplio, el tratamiento de datos personales en internet hoy no son solo formularios de registro y campos con e-mail, sino también la huella digital del navegador, scripts de análisis ocultos y píxeles publicitarios. Puedo no rellenar ningún formulario, pero el sitio ya ha obtenido suficientes datos para vincular mis acciones a un perfil concreto, a veces existente mucho antes de que decida crear una cuenta.

Cuando aparece en pantalla un banner sobre el consentimiento para el tratamiento de datos personales en internet, la mayoría de las veces pulsamos "Aceptar" de forma automática. Se puede incluso leer la política con atención, pero rara vez describe en detalle cómo se utiliza la huella digital del navegador: qué parámetros se guardan, con quién se comparten, cuánto tiempo permanecen y si es posible renunciar realmente a ello sin perder acceso al servicio.

Especialmente claro resulta esto en el ejemplo de las compras. Cuando introduzco nombre, dirección de entrega y número de teléfono, entran en juego los datos personales en la tienda online, y eso es solo lo que yo he escrito. Paralelamente, la tienda, por medio de scripts de análisis y redes publicitarias, registra desde qué dispositivo accedí, desde qué red, por qué página llegué y cómo me comporto en el sitio. Como resultado se forma una imagen bastante detallada, donde la entrada manual es solo uno de los elementos.

El escenario más desagradable es el momento en que una persona descubre que sus datos personales se han publicado en internet sin su consentimiento: inicios de sesión, teléfonos, direcciones o incluso datos de pago aparecen en bases abiertas, foros oscuros o en volcados filtrados. Con frecuencia la raíz del problema no es solo el hackeo de un servidor, sino la recolección excesiva de información técnica que permite vincular distintos fragmentos de perfil entre sí.

En la práctica esto se muestra como una fuga de datos personales, donde en una base están las direcciones de correo, en otra los números de teléfono y en una tercera las huellas de la actividad en línea. Cuando las huellas de los navegadores y los parámetros de red ayudan a relacionar esos fragmentos, cualquier intento de navegar "anónimamente" por la red se convierte en una ilusión.

Protección de datos personales en internet mediante verificación de fugas y configuración del navegador

En un momento me interesó qué exactamente revela mi navegador, y empecé a comprobarme con servicios especializados. Funcionan como un espejo: muestran no lo que yo creo de mí, sino lo que el sitio real ve y puede guardar. Así di con varias herramientas útiles y convertí la protección informativa de datos personales en un procedimiento paso a paso, no en un eslogan abstracto.

Primero abro el servicio DoILeak. Comprueba si la dirección IP real, las consultas DNS y los datos de WebRTC "se filtran" cuando trabajo a través de una VPN o proxy. Basta pulsar el botón para iniciar la prueba y en un par de segundos aparece un informe: qué dirección ve el sitio, a qué proveedor pertenece, qué sistema y qué navegador se usan. Si la VPN está mal configurada, aquí suele aparecer de inmediato.

Luego voy a BrowserLeaks, uno de los sitios más detallados para comprobar la privacidad en el navegador. No hay un gran botón "Comprobar todo", pero cada pestaña responde por su bloque: dirección IP, WebRTC, geolocalización, Canvas y WebGL, contexto de audio, TLS/SSL y mucho más. Las pruebas muestran qué parámetros están accesibles a los scripts y qué tan única parece mi huella digital en comparación con otros usuarios.

El tercer paso es el servicio Cover Your Tracks, creado por la Electronic Frontier Foundation. Evalúa qué tan fácil es rastrearme en la red: muestra si los rastreadores y scripts publicitarios están bloqueados y cuánto de única es mi huella. El resultado ofrece una conclusión clara: cuánto destaca mi navegador entre la masa y qué elementos de configuración resaltan más.

Tras esa comprobación ya no es posible hacerse el distraído. Se vuelve evidente dónde ajustar la configuración y qué hábitos cambiar. Para mí el conjunto básico de acciones es el siguiente:

  • activar el cifrado del tráfico mediante una VPN confiable y verificar su funcionamiento en DoILeak, para asegurarse de que la dirección IP real no se haga visible;
  • restringir WebRTC para que no revele la dirección local ni la ubicación real incluso con la VPN activa;
  • pasar gradualmente a navegadores con protección reforzada contra el rastreo y la huella digital, y reservar el navegador habitual solo para las tareas más de confianza;
  • separar la actividad en distintos perfiles: uno para los inicios de sesión cotidianos y otro "sucio" para pruebas y sitios desconocidos;
  • usar motores de búsqueda que no construyan largos perfiles de comportamiento ni conviertan cada sesión en un expediente publicitario;
  • minimizar la cantidad de extensiones y revisar periódicamente sus permisos;
  • activar el bloqueo de rastreadores y de publicidad maliciosa para que parte de los scripts no se ejecuten;
  • activar DNS-over-HTTPS en la configuración del navegador, para que terceros no puedan reconstruir el historial de visitas a partir del tráfico DNS sin procesar;
  • deshabilitar permisos innecesarios de acceso a cámara, micrófono, geolocalización y notificaciones en los sitios donde realmente no se necesiten;
  • configurar la limpieza automática de datos de sitios y cookies o usar contenedores aislados, para que los servicios tengan más dificultad para enlazar acciones entre sí.

Si tengo que acceder con frecuencia a recursos desconocidos, realizo esa actividad en una máquina virtual o en una caja de arena. No es la panacea, pero es un nivel adicional de aislamiento que ayuda cuando ya no se trata solo del rastreo, sino de la seguridad en general. En conjunto, esos pasos convierten la protección informativa en una lista de verificación personal clara, no en un conjunto teórico de reglas.

Es importante entender que la protección de datos personales nunca será un interruptor mágico. Siempre existe un equilibrio entre comodidad y privacidad: cuanto más automatización y personalización quiera, más amplio será el canal por el que el navegador envía información. La tarea es hacer que yo controle ese flujo, y no un conjunto aleatorio de scripts y redes publicitarias.

Y lo principal: no confiar en que alguien haga todo por mí. Las empresas pueden prometer que su política cumple los requisitos, los reguladores pueden actualizar las normas y los abogados pueden debatir las formulaciones, pero la responsabilidad de la protección informativa diaria de los datos personales recae en el usuario. Revisiones simples y regulares, atención a la configuración y comprensión de cómo funcionan las fugas ofrecen mucho más que cualquier documento extenso en la web del servicio.

Internet no se volverá más seguro por sí solo, pero podemos hacer que nuestras huellas digitales sean mucho menos evidentes. Cuando periódicamente paso el navegador por DoILeak, BrowserLeaks y Cover Your Tracks, consulto los resultados y ajusto un poco la configuración, eso no se percibe como paranoia sino como higiene habitual. En la era en la que casi cualquier actividad depende de la red, la consciencia es lo que ayuda a que los datos personales en internet permanezcan bajo mi control y no se dispersen en decenas de perfiles invisibles.

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