¿La paciencia en 2025 es una cuestión de fe en un desconocido?
Especialistas de la Universidad de Manchester, en colaboración con un colega de la Universidad Politécnica de Marruecos Mohamed VI, han propuesto una nueva perspectiva sobre el famoso "test de malvavisco". Su investigación, publicada en la revista Royal Society Open Science, mostró que los niños resisten mucho más tiempo la tentación de comer el dulce si saben que su compañero virtual también tiene la intención de ser paciente.
El experimento original fue realizado por psicólogos de Stanford en la década de 1970. Colocaban al niño ante la elección de recibir una pequeña recompensa de inmediato o esperar para obtener el doble de dulces más tarde. El pequeño participante se quedaba solo con el dulce — un malvavisco o un pretzel — y tomaba la decisión por sí mismo. Si al regreso del investigador el dulce permanecía intacto, el niño recibía la recompensa prometida.
Investigaciones posteriores revelaron una interesante correlación: aquellos participantes que mostraron paciencia, más tarde alcanzaron mayores éxitos en la vida. Observaciones adicionales permitieron hacer otro descubrimiento importante: muchos de los niños que comían el malvavisco de inmediato provenían de familias problemáticas. Su desconfianza en las promesas de los adultos explicaba tanto la rapidez con la que comían durante el test como sus escenarios de vida menos favorables en comparación con sus compañeros más pacientes.
Un grupo internacional de científicos propuso un nuevo formato para el experimento. Trasladaron la investigación al espacio online y añadieron un elemento social.
La metodología funcionó de la siguiente manera: estando en casa bajo la supervisión de los padres, el niño veía el dulce apetitoso. Los organizadores explicaban las condiciones: si ambos — el niño y su compañero online desconocido — se mantenían alejados del dulce de inmediato, les esperaría un premio aún más atractivo. Luego, se mostraba al participante, por videollamada, al segundo participante, quien ya había declarado su intención de esperar o dudaba de sus fuerzas. En todo momento, la posibilidad de comunicación entre los niños estaba excluida.
Cuando el compañero mostraba una actitud decidida, el primer niño demostraba mucha más paciencia. En los casos en que el segundo niño dudaba, el deseo de esperar por el mejor premio se reducía considerablemente. Este efecto se notó con más fuerza en los niños más pequeños: la firme intención del compañero aumentaba notablemente la probabilidad de que el experimento se completara con éxito.
Los investigadores creen que los datos obtenidos revelan mecanismos sorprendentes de interacción infantil: incluso el simple conocimiento de la determinación de otro, sin contacto directo, puede cambiar considerablemente el comportamiento del niño y su capacidad para controlar los deseos inmediatos en beneficio de una recompensa futura.
¿Qué conclusiones podemos sacar de esto? La psicología infantil es un campo fascinante, y es crucial estudiarla para entender cómo podemos comunicarnos correctamente con las nuevas generaciones y educarlas para que se conviertan en personas de valor. Tal vez en el futuro, estos datos encuentren aplicaciones prácticas interesantes.