El hacker "Kira" destapa un almacén donde Doublespeed produce contenido "viral".

En una industria donde la inteligencia artificial cada vez más determina las reglas del juego, una de las startups se encontró en el centro de un escándalo sonoro. Un hacker bajo el seudónimo «Kira» reveló la actividad de la empresa Doublespeed —una entidad respaldada por la firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz.
Según la filtración, la startup gestionaba una red de más de 1100 smartphones, alojados en un almacén y funcionando como un mecanismo unificado para la creación y promoción automática de contenido en TikTok. El objetivo principal era eludir los algoritmos de la plataforma, presentando publicaciones pagadas como orgánicas para que aparecieran en las recomendaciones.
En las pantallas de los dispositivos no hay usuarios reales, sino «influencers» virtuales creados por redes neuronales. Promocionan productos —desde cosméticos hasta dispositivos electrónicos— y se comportan casi como blogueros reales: dan me gusta, comentan y navegan por el feed. Todas las acciones están automatizadas, y las voces de los personajes son generadas por IA.
Kira logró obtener vídeos desde el panel de control que muestran cómo los teléfonos se coordinan mediante un sistema centralizado, engañando a los algoritmos de la plataforma. Los especialistas consideran que métodos así socavan la confianza en el contenido digital y ponen en riesgo los principios de transparencia en las redes sociales.
Llamó especialmente la atención la escala de la operación y la implicación del capital de riesgo. Doublespeed no solo utiliza herramientas de automatización conocidas en la industria, sino que las combina con modernas herramientas de inteligencia artificial generativa, formando una industria de la influencia sin la participación de personas reales.
Al mismo tiempo, la empresa, que se presenta como un servicio de creación masiva de contenido, ayuda a los clientes a «influir en las tendencias». Sin embargo, la filtración mostró que, en lugar de publicidad transparente, a los usuarios se les ofrecen recomendaciones artificiales con historias y reseñas falsas. Para enmascarar se usan suplantaciones de direcciones IP y métodos para eludir los sistemas de reconocimiento de dispositivos.
El respaldo de Andreessen Horowitz plantea preguntas. El fondo invierte activamente en tecnologías innovadoras, promoviendo ideas de rápida escalabilidad, pero la situación con Doublespeed subraya la falta de control sobre el uso de los fondos invertidos. Tras la publicación del material, la reacción pública fue claramente negativa: los usuarios debaten la erosión de la autenticidad en el espacio digital, y en el ámbito profesional se escuchan llamadas a regular estas prácticas.
Entre las consecuencias de la filtración están posibles acciones legales. El hacker obtuvo acceso no solo a los sistemas que controlaban la granja de smartphones, sino también a los datos de clientes que pagaban por servicios de influencers virtuales. Algunos de ellos promocionaban productos de reputación cuestionable. En el marco de las leyes de protección de datos, esto podría acarrear sanciones severas. Por ahora, la dirección de Doublespeed publica declaraciones evasivas sobre su «compromiso con la ética de la IA», y el fondo Andreessen Horowitz no ofrece comentarios oficiales.
El incidente se convirtió en una especie de llamada de atención para toda la industria. La influencia ya no depende necesariamente de personas reales: puede producirse a escala industrial, creando la ilusión de un respaldo masivo. Los analistas prevén que, sin intervención, este tipo de granjas aumentará y el contenido humano será desplazado por contenido generado algorítmicamente. Mientras tanto, las plataformas prometen auditorías y los reguladores debaten medidas, incluyendo nuevos requisitos para la divulgación de contenido generado por IA.
La historia de Doublespeed ilustra hasta dónde puede llegar la automatización en el intento de eludir normas honestas. Las granjas de influencia, impulsadas por la automatización y el capital de riesgo, ya están configurando una nueva realidad de las redes sociales —y ponen en duda hasta qué punto queda autenticidad en ellas.