Bórralo o ve a prisión: Trump ataca los deepfakes… y de paso los derechos civiles

Bórralo o ve a prisión: Trump ataca los deepfakes… y de paso los derechos civiles

Una ley contra la “porno-venganza” que se convierte en arma de trolls y amenaza para todos los que usan cifrado.

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Donald Trump ha firmado una ley federal destinada a combatir la publicación de materiales íntimos en internet. La norma, llamada TAKE IT DOWN Act (Tools to Address Known Exploitation by Immobilizing Technological Deepfakes on Websites and Networks Act), establece responsabilidad penal por la difusión tanto de imágenes reales como generadas por inteligencia artificial de carácter sexual sin consentimiento.

Los propietarios de plataformas en línea y servicios digitales ahora están obligados a eliminar dicho contenido en un plazo de 48 horas tras recibir una queja. De no hacerlo, la Comisión Federal de Comercio (FTC) podrá imponer multas de hasta 50.120 dólares por cada infracción. Las personas físicas enfrentan hasta dos años de prisión, y hasta tres si las imágenes involucran a menores.

La ley fue aprobada con un apoyo casi unánime en ambas cámaras del Congreso. En el Senado, todos los presentes votaron a favor, y en la Cámara de Representantes solo dos republicanos se opusieron. El senador Ted Cruz calificó la aprobación como un “logro histórico” en la lucha por los derechos de las víctimas de la porno-venganza y los deepfakes, destacando el respaldo de la primera dama Melania Trump.

Los únicos en votar en contra fueron Eric Burlison (Michigan) y Thomas Massie (Kentucky), quienes argumentaron que la regulación federal es innecesaria, ya que muchos estados ya tienen leyes similares. Massie advirtió además sobre posibles consecuencias imprevistas y abusos masivos derivados de la ambigüedad de la ley.

Las organizaciones de derechos civiles comparten esta preocupación. Una de las principales críticas se centra en el plazo extremadamente corto para responder a las denuncias. Según los expertos, muchas plataformas optarán por eliminar el contenido inmediatamente tras recibir una queja, sin verificar su validez. Grandes empresas tecnológicas como Meta*, Google y otras apoyaron la ley, ya que cuentan con recursos para contratar moderadores en masa. Pero las plataformas más pequeñas se verán forzadas a aplicar una política de “borrar primero, revisar después”. Si es que revisan en absoluto…

India McKinney, directora de asuntos federales en la Electronic Frontier Foundation (EFF), advierte sobre fallos graves en el mecanismo de denuncia. La ley permite que cualquier usuario, incluso sin relación con el contenido, pueda presentar una queja. Esto abre la puerta a fraudes, difamaciones, acoso y campañas de trolls contra individuos o empresas.

Además, el lenguaje legal es vago: no queda claro qué califica exactamente como “imagen íntima”.

También genera alarma el impacto potencial sobre los sistemas de cifrado. La ley se extiende a imágenes cifradas almacenadas en la nube y en aplicaciones de mensajería con cifrado de extremo a extremo, como WhatsApp. En febrero, varias organizaciones, incluida la EFF y el Center for Democracy and Technology, enviaron una carta al Congreso advirtiendo que la ley podría presionar a los proveedores para implementar sistemas de filtrado que debiliten o vulneren los protocolos actuales de protección de datos.

Los demócratas intentaron introducir enmiendas para aclarar los aspectos más polémicos del texto legal, pero todas fueron rechazadas por la mayoría republicana. Las declaraciones del propio Trump tampoco tranquilizan. En su intervención ante el Congreso, afirmó que utilizaría la ley para combatir las críticas en su contra, asegurando que “nadie sufre tantos ataques en internet” como él.

Los tribunales deberán establecer los límites exactos de aplicación de la ley, y los expertos ya predicen complicadas disputas legales. McKinney plantea un caso hipotético con Melania Trump como ejemplo: en sus inicios como modelo, participó en sesiones fotográficas explícitas. Según la nueva ley, podría ahora exigir que esas imágenes fueran eliminadas de internet, alegando no haber dado consentimiento para su distribución digital.

Esto enfrentaría a los jueces con un dilema: por un lado, los derechos legales de los fotógrafos y agencias; por otro, el derecho de la persona retratada a exigir el retiro de sus imágenes íntimas sin consentimiento. ¿Quién prevalecería: la modelo o los titulares de los derechos de autor? Este ejemplo revela el conflicto central: ¿en qué medida la TAKE IT DOWN Act respeta la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU., que garantiza la libertad de expresión?

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