¿Se puede resucitar a un neandertal? Llevamos ADN de humanos extintos, pero devolverlos a la vida sería una utopía científica y una pesadilla ética.

¿Se puede resucitar a un neandertal? Llevamos ADN de humanos extintos, pero devolverlos a la vida sería una utopía científica y una pesadilla ética.

¿Hasta dónde debe llegar la biotecnología moderna para revivir especies?

image

Cuando los genetistas leyeron por primera vez el genoma completo del neandertal en 2010, descubrieron que los humanos antiguos no desaparecieron sin dejar rastro: parte de su legado aún está presente en nuestro organismo. Resultó que los antepasados de Homo sapiens no solo convivieron con los neandertales, sino que también mantuvieron vínculos reproductivos con ellos. En los habitantes actuales de Eurasia hasta un cuatro por ciento del ADN coincide con el código genético de sus parientes prehistóricos. Este hallazgo cambió las ideas sobre el pasado de la humanidad y planteó una pregunta que sigue siendo pertinente: ¿puede el ser humano revivir una especie desaparecida?

Uno de los primeros en considerar seriamente esa posibilidad fue el profesor de la Universidad de Harvard George Church. Afirmó que se podría ensamblar el genoma neandertal completo a partir de miles de pequeños fragmentos y reproducirlo en una célula madre humana. Para el nacimiento de tal criatura se necesitaría una madre sustituta dispuesta a llevar el embrión. Pasados unos años, la compañía fundada por Church, Colossal Biosciences, mostró logros reales: los especialistas clonaron a un lobo antiguo, obtuvieron ratones lanudos modificados genéticamente y se dedicaron a la recuperación del dodo. El siguiente paso anunciado fue la recreación del mamut.

Sin embargo, resucitar a un neandertal, a diferencia de esos proyectos, sigue siendo una tarea inalcanzable. Incluso los investigadores más audaces reconocen que ese trabajo exigiría no solo tecnologías que aún no existen, sino también la resolución de problemas éticos para los que la humanidad no está preparada.

Desde el punto de vista técnico todo se reduce a la incompatibilidad de los sistemas biológicos. Transferir un genoma antiguo a un óvulo humano no funcionaría: la reacción inmunitaria del organismo materno rechazaría el embrión. Las investigaciones muestran que en intentos de hibridación incluso entre humanos antiguos se producían abortos frecuentes debido a la incompatibilidad de las proteínas sanguíneas. Los hombres modernos carecen por completo de segmentos neandertales en el cromosoma Y, según estudios que lo documentan, lo que probablemente se explica por el conflicto inmunitario entre el embrión y la madre. Así, incluso si los científicos lograran insertar en una célula los segmentos de ADN perdidos y seleccionados por la naturaleza durante decenas de miles de años, el resultado sería impredecible y, muy probablemente, inviable.

Una alternativa podría ser la clonación, pero para ello es necesario disponer de una célula viva de un humano antiguo, y no se han conservado muestras de ese tipo. Los neandertales desaparecieron hace más de treinta mil años, y todo lo que está disponible para los investigadores son fragmentos óseos con restos de material genético. Los métodos actuales de edición, por ejemplo CRISPR, permiten introducir cambios puntuales en el genoma, acercándolo al tipo antiguo, pero no recrean una estructura completa. Colossal aplicó un enfoque similar cuando modificó varios genes en lobos grises para que externamente recordaran a sus antepasados extintos. Sin embargo, esos animales siguen siendo representantes de especies modernas, solo con rasgos tomados prestados.

Además, CRISPR sigue siendo imperfecto. Los errores al editar se producen con frecuencia, y el número de cambios posibles se limita a decenas, mientras que para crear un neandertal se necesitarían miles. Los científicos depositan esperanzas en una tecnología más precisa: la edición selectiva, con la que se pueden cambiar nucleótidos individuales. Esta técnica hace el proceso más rápido y seguro, pero incluso con su ayuda crear un embrión completo por ahora es imposible.

Incluso si hipotéticamente se supusiera que dentro de veinte años fuera posible criar a un niño con un genoma completamente neandertal, queda la pregunta: ¿vale la pena hacerlo? La mayoría de los antropólogos considera esos experimentos moralmente inaceptables. Crear un ser consciente sin derecho a la elección y someterlo a procedimientos no probados es un acto que viola las normas éticas básicas. Además, no existen métodos seguros para intervenir en embriones humanos: los experimentos de modificación del genoma conllevan el riesgo de defectos genéticos y consecuencias imprevisibles para el organismo futuro.

Pero incluso en caso de éxito surge otra pregunta, no menos importante: ¿cómo podría desarrollarse el destino de tal ser entre las personas modernas? Aislado de su propio linaje, estaría completamente solo: sin tradición cultural, sin comunicación con semejantes y sin comprensión de a qué mundo pertenece. Los científicos no descartan que un experimento así termine en una catástrofe social para el individuo resucitado. La historia muestra claramente que la humanidad no siempre es capaz de mostrar respeto hacia quienes considera distintos a sí misma.

Incluso dejando de lado los argumentos morales, el beneficio práctico de un paso así es dudoso. El entorno ha cambiado tanto que ninguna observación de un nuevo neandertal ofrecería una representación fiable de la vida de sus antepasados. Viviría en condiciones que no tienen nada que ver con los paisajes glaciares de Europa, se alimentaría de otros alimentos y se enfrentaría a enfermedades distintas. Por tanto, cualquier conclusión sobre su comportamiento, su lengua o su pensamiento carecería de valor científico fiable.

Incluso los intentos de enseñar a esa persona una lengua moderna no revelarían nada sobre su propia forma de hablar. Es comparable a que la reconstrucción de un instrumento antiguo no permita entender qué música se tocaba con él. Además, los neandertales no constituían una única población, sino multitud de grupos con costumbres, gustos y, probablemente, lenguas diferentes. Un individuo clonado no podría reflejar toda esa diversidad.

Queda también el aspecto jurídico. En Europa y Estados Unidos la edición de embriones humanos está estrictamente prohibida; sin embargo, existen países en el mundo donde no hay leyes de ese tipo. A un entusiasta adinerado, en teoría, le bastaría abrir un laboratorio en una región con regulación laxa para llevar a cabo un experimento arriesgado. Y aunque las grandes empresas biotecnológicas, incluida Colossal Biosciences, renuncian a la idea de resucitar humanos, no hay garantías de que alguien menos responsable no aproveche el vacío legal.

Por eso los bioeticistas insisten en que es necesario empezar ahora a debatir las posibles consecuencias, mientras esos proyectos siguen siendo teóricos. Porque si el objetivo de la ciencia es comprender el pasado, lo valioso no son los experimentos de creación de seres artificiales, sino la búsqueda de restos bien conservados. El estudio de esos hallazgos ya ha aportado información muy rica: el cuerpo de la momia congelada Ötzi permitió conocer su dieta, su vestimenta y sus tatuajes, y los restos de personas hallados en los pantanos del norte de Europa han revelado detalles de su vida cotidiana y de sus rituales.

Si se logra encontrar a un neandertal en el permafrost o en un entorno privado de oxígeno, esos restos aportarían conocimientos incomparables sobre el pasado, más que cualquier clon de laboratorio. Es posible que sea en las profundidades de los estratos antiguos, y no en los incubadores estériles, donde se guarde la verdadera clave para comprender quiénes fueron nuestros parientes desaparecidos.

¿Tu Wi-Fi doméstico es una fortaleza o una casa de cartón?

Descubre cómo construir una muralla impenetrable