«He visto los registros; tengo miedo». Los profesionales de TI se han convertido en los principales paranoicos de Interne

«He visto los registros; tengo miedo». Los profesionales de TI se han convertido en los principales paranoicos de Interne

Las tecnologías digitales inquietan a la gente más de lo que parece, según datos de 30 países.

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La rápida digitalización ha traído no solo comodidad, sino también una inquietud persistente: la gente teme cada vez más la pérdida de privacidad, la dilución de la frontera entre el trabajo y la vida personal y el predominio de la desinformación. Los autores de un nuevo estudio con datos de la Encuesta Social Europea para 2020–2022 mostraron, que las «preocupaciones digitales» se han convertido en un fenómeno generalizado en casi todos los países de la muestra —y paradójicamente están más presentes entre quienes entienden mejor las tecnologías.

En el análisis se incluyeron las respuestas de 49 665 encuestados de 30 países. Los investigadores construyeron un índice general de preocupaciones digitales a partir de tres preguntas: en qué medida la comunicación en línea y móvil socava la privacidad personal, en qué medida hace a las personas vulnerables a la desinformación y en qué medida provoca que el trabajo y la vida personal interfieran constantemente entre sí. En promedio entre países, el nivel de preocupaciones fue alto: 0,65 en una escala de 0 a 1. La variación fue notable: de 0,47 en Bulgaria a 0,74 en los Países Bajos, pero casi en todas partes el valor supera la mitad de la escala, es decir, la gente tiende a estar preocupada más que tranquila.

La intensidad de las preocupaciones también difiere entre grupos sociales. Por edad, el cuadro recuerda a un «arco»: quienes más se preocupan son los adultos de 25–44 años, mientras que la juventud de 15–24 años y las personas de mayor edad (75+) se inquietan menos en promedio. La educación también se relaciona con la inquietud: los encuestados con educación media y especialmente con educación superior informan con mayor frecuencia de niveles más altos de preocupaciones digitales que las personas con el nivel mínimo de estudios. Al mismo tiempo, por ingresos y por lugar de residencia las diferencias son casi nulas: la preocupación por los riesgos digitales cambia poco desde los grupos de mayores ingresos a los de menores ingresos y se encuentra casi por igual en las grandes ciudades y en zonas rurales. Se observa por separado que los migrantes están, en promedio, menos preocupados que los no migrantes, y las personas empleadas están un poco menos preocupadas que las no empleadas.

El resultado más inesperado está relacionado con la alfabetización digital. En el estudio se midió mediante la autoevaluación de habilidades como manejar la configuración de preferencias en el ordenador, la búsqueda avanzada en internet y el uso de PDF. Resultó que cuanto mayor es la alfabetización digital, mayor es también el nivel de preocupaciones digitales. Además, esta relación se refuerza cuando aumenta la «exposición digital», es decir, la frecuencia de uso de internet en distintos dispositivos e incluso el nivel de penetración de internet en el país. Entre quienes usan internet a diario, la dependencia entre alfabetización y preocupación se expresa con más claridad, y en países con cobertura de internet casi del cien por cien se vuelve aún más fuerte. En consecuencia, los datos apoyan el enfoque «exposición-amenaza»: cuanto más sabe una persona y cuanto más está dentro del entorno digital, más reales y sensibles parecen los posibles daños y riesgos, en lugar del enfoque «exposición-acostumbramiento», que implicaría un adormecimiento gradual de la inquietud.

Los autores concluyen que las preocupaciones digitales son una parte subestimada pero muy visible de la vida cotidiana en las sociedades contemporáneas. Según su lógica, solo mejorar habilidades no es suficiente: los programas de alfabetización y de participación digital deben tener en cuenta no solo las consecuencias de las tecnologías, sino también cómo las personas viven esas consecuencias. Los investigadores también señalan limitaciones: los datos muestran asociaciones y no causalidad; el conjunto de preguntas sobre preocupaciones cubre solo una parte de los problemas de la comunicación digital; y la muestra corresponde al «Norte global», por lo que conviene ampliar la perspectiva a otras regiones y actualizar las mediciones a medida que cambie la realidad digital.

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