Todo lo que funciona durante décadas no necesita una actualización.
Mientras la industria de los videojuegos persigue gráficos de última generación, cinematografía espectacular y presupuestos comparables a los de los mayores estudios de cine, algunos de los juegos más simples y antiguos siguen ganando en la categoría principal: el placer del gameplay. Juegos como "Tetris" y "Snake" no solo han sobrevivido en un mundo de sombras realistas y RTX, sino que siguen siendo relevantes, populares y citados en entornos profesionales. Y no es una coincidencia.
Los juegos AAA modernos impresionan en sus presentaciones. Tráilers épicos, campañas de marketing millonarias, apariciones en vivo de actores y diseñadores. Estos proyectos superan incluso a las películas en costes — basta recordar los 700 millones de dólares invertidos en Star Citizen o los rumores de un presupuesto de 2 mil millones para GTA 6. Pero todo ese esplendor suele desvanecerse en el momento en que el jugador pulsa "Empezar juego". Donde debería comenzar la magia, se encuentra con misiones repetitivas, cinemáticas no interactivas y una emoción forzada.
Mientras tanto, un par de juegos creados hace décadas con recursos mínimos aún despiertan interés genuino en jugadores de todas las edades. Se han convertido en símbolos de diseño de juegos perfecto — no por sus gráficos, sino por su capacidad de captar la atención y brindar satisfacción.
"Tetris" fue inventado en 1984 en un laboratorio de computación de Moscú. Su autor, Alekséi Pázhitnov, creó el rompecabezas para una computadora Elektronika-60 sin pensar en la fama futura. Pero el juego resultó ser tan adictivo que empezó a circular por todo el mundo — primero de forma no oficial, y luego incluido con la Nintendo Game Boy, lo que le otorgó estatus de culto. Su simplicidad, universalidad y espíritu competitivo lo hicieron viral mucho antes de que existiera el término "contenido viral".
"Snake" es una idea aún más antigua. Surgió por primera vez en 1976 en el arcade Blockade, pero alcanzó fama mundial en 1997 cuando la empresa finlandesa Nokia lo integró en su modelo 6110. Al principio se diseñó para demostrar el puerto infrarrojo, pero se convirtió en un éxito que definió la primera ola de juegos móviles. Con solo cuatro direcciones, pantalla en blanco y negro y un diseño minimalista, fue suficiente para que miles de personas compitieran entre sí durante los recreos o en el transporte público.
Ambos juegos han tenido docenas de variaciones a lo largo de los años, pero ninguno ha cambiado su núcleo. En "Tetris" aún hay que alinear bloques. En "Snake", comer, crecer y no chocar. Incluso experimentos como el multijugador "Slither.io" no hacen más que reinterpretar la misma mecánica. Y eso lo confirma: hay una fórmula perfecta en el centro.
Su grandeza radica en la universalidad. A diferencia de juegos ligados a un género, plataforma o idioma, "Tetris" y "Snake" son comprensibles para cualquiera. No requieren tutoriales, instrucciones ni requisitos técnicos. Por eso han funcionado en PCs soviéticos, teléfonos antiguos, smartphones modernos e incluso navegadores de frigoríficos inteligentes. No se pierden en medio de los saltos tecnológicos, porque su poder no está en el apartado visual, sino en la experiencia.
Además, estos juegos hace tiempo que forman parte del legado científico y de diseño. "Tetris" está incluido en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York, se utiliza en investigaciones cognitivas e incluso en terapias para el trastorno de estrés postraumático. "Snake" es un clásico en libros de programación y lógica, y prácticamente todo desarrollador ha creado su propia versión en sus inicios.
El campeonato mundial clásico de "Tetris" ahora acumula millones de visualizaciones en línea, y los jugadores perfeccionan técnicas como el hypertapping y el rolling. Al mismo tiempo, "Snake" es base de numerosos proyectos educativos y sigue siendo una prueba estándar para cualquier pantalla nueva — desde smartwatches hasta paneles de coches.
Mientras muchos éxitos modernos caen en el olvido en pocos años —como ocurrió con Guitar Hero o Dragon’s Lair—, los juegos con mecánicas simples y puras siguen inspirando, enseñando y divirtiendo. No envejecen, porque su esencia no está en la forma, sino en la acción.
En una era donde lo digital cambia y queda obsoleto con rapidez, estos juegos son ejemplos raros de resiliencia. No necesitan rediseñarse. Basta con encenderlos... y jugar.