Europa entendió que los servidores en la nube son la nueva válvula de gas de EE. UU.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha sido un doloroso recordatorio para Europa de su mayor vulnerabilidad digital: un auténtico "interruptor" controlado por Estados Unidos. Los riesgos políticos que hace apenas unos años parecían una fantasía, hoy se perciben como una amenaza real capaz de paralizar la economía y las comunicaciones europeas.
Durante años de integración económica y globalización tecnológica, los países europeos se han vuelto críticamente dependientes de los servicios en la nube estadounidenses. La seguridad del correo electrónico, las transmisiones de video, los cálculos industriales e incluso las comunicaciones gubernamentales dependen directamente de la infraestructura controlada por tres gigantes tecnológicos de EE.UU.: Amazon, Microsoft y Google. Estas empresas actualmente dominan más de dos tercios del mercado de la nube en Europa.
Las preocupaciones sobre la excesiva influencia de Estados Unidos en los datos europeos no son nuevas. Gracias a las leyes estadounidenses, las autoridades de ese país pueden acceder a la información almacenada en los servidores de estas compañías en todo el mundo. Pero con Trump nuevamente en el poder, esos escenarios han pasado de ser una hipótesis a convertirse en una posibilidad tangible.
La situación se agravó cuando la Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra altos políticos israelíes y el fiscal principal del tribunal, Karim Khan, vio bloqueado su acceso al correo electrónico, alojado en servidores de Microsoft. Aunque la compañía se negó a dar detalles del bloqueo, el incidente generó gran repercusión. Aura Salla, exdirectiva de Meta en Bruselas y actual eurodiputada, subrayó que este caso deja claro que la fiabilidad y seguridad de las plataformas digitales estadounidenses para Europa está en entredicho.
Como señaló Zak Meyers, director del centro de análisis CERRE, para Trump Europa no es un aliado, sino un competidor y adversario. Por ello, la idea de que las autoridades estadounidenses puedan desconectar deliberadamente servicios en la nube para ejercer presión política ya no suena descabellada.
Ante el deterioro de la situación, políticos y empresas europeas han intensificado los esfuerzos por reducir su dependencia tecnológica de EE.UU. Benjamin Revcolevski, director de la empresa francesa OVHcloud, comparó los servicios en la nube con las tuberías de agua: algo cotidiano e invisible hasta que alguien cierra la válvula. Lo que antes se debatía en teoría, hoy se percibe como un riesgo real.
Para calmar las tensiones, los gigantes tecnológicos estadounidenses se han apresurado a mostrar disposición al diálogo. Microsoft incluyó en sus contratos con organismos públicos europeos garantías legales de acceso a los servicios, incluso en caso de decisiones políticas desde Washington. Amazon anunció un nuevo mecanismo de gestión de servicios en Europa, prometiendo su "funcionamiento independiente y continuo" incluso si EE.UU. impone nuevas restricciones.
Sin embargo, muchos dudan de que estas promesas resistan la presión de la Casa Blanca. Como advierte la economista Cristina Caffarra del University College de Londres, por mucho que las empresas tengan buena voluntad, no podrán enfrentarse a su propio gobierno si la confrontación política escala.
En este contexto, crecen los llamamientos en la UE a crear infraestructuras digitales independientes. Una de las iniciativas es el proyecto "EuroStack", que contempla inversiones de 300.000 millones de euros para garantizar la autonomía europea en tecnologías en la nube y software. El plan incluye contratos públicos prioritarios para empresas tecnológicas locales, subvenciones y fondos de apoyo.
No obstante, llevar a cabo este ambicioso proyecto será extremadamente complicado. Incluso sus partidarios admiten que las inversiones necesarias son comparables a los mayores programas de infraestructuras de las últimas décadas. Los escépticos, incluidos los grupos de presión estadounidenses, afirman que el coste real podría superar los 5 billones de euros.
Los políticos europeos caminan por la delgada línea entre el deseo de soberanía tecnológica y el temor a ser acusados de proteccionismo, lo que podría provocar represalias por parte de EE.UU. Los países están divididos: Francia exige con firmeza proteger los datos del control estadounidense, mientras que países como Países Bajos, tradicionalmente aliados de EE.UU., adoptaron posturas más prudentes. Sin embargo, la inestabilidad política reciente ha obligado incluso a los más cautelosos a replantearse su postura.
El problema se agrava por el estancamiento legislativo en materia de soberanía digital. Un proyecto clave que prevé la certificación obligatoria de las soluciones en la nube para los organismos públicos está bloqueado en la fase de negociación. Según lo previsto, el nivel más alto de certificación garantizaría la protección de los datos frente a injerencias de terceros países, incluidos EE.UU. Sin embargo, bajo la presión de Washington, las negociaciones se han estancado y la Comisión Europea se niega a revelar la correspondencia con la parte estadounidense, alegando la "necesidad de preservar la confianza".
Mientras tanto, en Bruselas se escuchan cada vez más voces a favor de una política estricta y pragmática. Como reconoce Henna Virkkunen, responsable de soberanía tecnológica de la UE, Europa se enfrenta por primera vez a una situación en la que su dependencia económica y tecnológica puede ser utilizada como arma en conflictos internacionales.
Las apuestas financieras, tecnológicas y políticas son enormes. Europa debe decidir si está dispuesta a pagar el precio de la independencia o si seguirá confiando en que ese "interruptor" al otro lado del Atlántico nunca se baje.