Los aerostatos han vuelto. Para espiar todos los secretos de tu gobierno desde 30 km de altura

Los aerostatos han vuelto. Para espiar todos los secretos de tu gobierno desde 30 km de altura

En el cielo, un punto. En el radar, silencio. Lo que hay dentro lo sabrás cuando ya sea demasiado tarde.

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Los países recurren cada vez con más frecuencia al concepto de vigilancia aérea, ahora apoyándose en tecnologías modernas. Los aerostatos de gran altitud no tripulados se consideran una alternativa económica a los satélites y aeronaves tripuladas de reconocimiento. Son más sencillos de operar, mucho más baratos y capaces de mantenerse en el cielo durante semanas, observando continuamente lo que sucede en tierra. Este enfoque es especialmente relevante para los Estados que necesitan reforzar sus capacidades defensivas sin recurrir a costosas inversiones multimillonarias en sistemas espaciales o aéreos.

Las recientes pruebas en el Reino Unido marcaron un paso clave en esta dirección. El Ministerio de Defensa del país completó una serie de ensayos con aerostatos estratosféricos no tripulados, capaces de permanecer en altura durante largos periodos y transmitir datos en tiempo real. Su bajo coste operativo permite lanzamientos masivos, creando una red de vigilancia ramificada. A largo plazo, esto puede proporcionar un control constante sobre los movimientos de potenciales adversarios, el estado de infraestructuras clave y amenazas en zonas de difícil acceso. Ya hoy se emplean distintos tipos de sensores para monitorizar instalaciones militares desde el aire.

Israel también desarrolla sus propias soluciones en esta área. Los medios de comunicación informan de que las Fuerzas de Defensa de Israel utilizan plataformas aerostáticas secretas para vigilar la Franja de Gaza. Estos dispositivos se mantienen suspendidos sobre el territorio, detectando infraestructuras subterráneas, rutas de combatientes, arsenales y posiciones de mando. Para ello, están equipados con ópticas de alta sensibilidad, cámaras infrarrojas y radares capaces de operar día y noche en cualquier condición meteorológica.

Sin embargo, el uso de aerostatos hace tiempo que dejó de ser exclusivamente militar. Francia, Italia y Australia colaboran con empresas tecnológicas utilizando plataformas similares para la vigilancia ambiental. Los sensores instalados permiten registrar cambios en parámetros climáticos, detectar focos de incendios en zonas boscosas y prever riesgos en condiciones de calor extremo. A diferencia de los satélites, estos dispositivos ofrecen un flujo constante de datos sin demoras y no dependen de la posición orbital.

Según el ex piloto de la Fuerza Aérea de EE. UU., David Stuckenberg, los aerostatos están experimentando una verdadera reencarnación tecnológica. Si durante la Guerra Civil estadounidense servían como simples puestos de observación, hoy en día representan potenciales plataformas tanto para reconocimiento como para operaciones ofensivas. Las plataformas modernas tienen suficiente capacidad de carga para transportar no solo sensores, sino también elementos más peligrosos: desde equipos electrónicos de interferencia hasta sustancias tóxicas o radiactivas.

La principal ventaja de los aerostatos es su coste. Mientras que el lanzamiento de un satélite exige inversiones multimillonarias, y la producción y mantenimiento de drones o aviones tripulados cuesta millones, un globo estratosférico se fabrica por decenas de miles de libras. Esto permite crear redes densas que cubren grandes áreas. Además, estos dispositivos funcionan durante semanas gracias a paneles solares y no requieren logística costosa.

Además de la economía, la flexibilidad táctica también es crucial. Un satélite ofrece una visión global, pero está limitado por su órbita. Un dron depende de su autonomía y batería. En cambio, un aerostato a unos 20 kilómetros de altura puede observar una zona específica durante largos periodos, capturando imágenes de alta resolución. Esta idea ya se aplica en EE. UU.: durante el verano, varios de estos dispositivos operaron simultáneamente sobre Tucson y Sierra Vista, en Arizona, transmitiendo imágenes en directo desde hasta 30 kilómetros de altitud.

Otra aplicación clave es en escenarios de infraestructura destruida. Tras desastres naturales o bombardeos, los aerostatos pueden restablecer rápidamente la comunicación actuando como repetidores temporales. Su despliegue lleva solo unas horas y no requiere estaciones terrestres operativas. Por ejemplo, en 2024, uno de estos dispositivos se utilizó en Idaho durante unos incendios forestales de gran escala, transmitiendo imágenes visuales y térmicas en tiempo real para ayudar a coordinar a los equipos de rescate.

No obstante, los aerostatos no solo pueden ser aliados, sino también una amenaza. Ya durante la Segunda Guerra Mundial, Japón empleó globos con bombas para realizar sabotajes en territorio estadounidense. A pesar de su primitivismo técnico, provocaron víctimas entre la población civil. Hoy en día, estos dispositivos están equipados con sistemas de navegación, pueden permanecer estáticos sobre el objetivo y operar de forma autónoma. China ya ha utilizado tales plataformas durante los periodos de tensión en torno a Taiwán, lanzando cientos de aerostatos con tecnología de reconocimiento. Incidentes similares ya han llevado a la prohibición de drones chinos en varios países.

Stuckenberg advierte sobre el riesgo de que estas plataformas se conviertan en vectores de armas de destrucción masiva. Ya en 2015 describió escenarios en los que los aerostatos podrían utilizarse para transportar cargas nucleares o generar impulsos electromagnéticos capaces de paralizar sistemas eléctricos. Las audiencias en el Congreso de EE. UU. confirmaron la seriedad de estas amenazas: un lanzamiento desde un barco o una zona remota dificulta enormemente rastrear su origen, lo que complica identificar al agresor.

En el ámbito militar, a esto se le llama "zona gris": cuando no hay conflicto armado directo, pero el enemigo sigue causando daños encubiertos. Interrupciones en las comunicaciones, fallos energéticos, problemas logísticos… todo esto puede provocarse sin disparar una sola vez. Al mismo tiempo, los aerostatos activan los sistemas de defensa aérea, distrayéndolos con objetivos falsos mientras el ataque real se ejecuta por otro medio. Un lanzamiento masivo puede representar un riesgo para la aviación civil y obstaculizar el funcionamiento de centros espaciales, especialmente si se utilizan materiales difíciles de detectar por radar.

Algunas estructuras están diseñadas para el camuflaje tanto visual como radioeléctrico: su apariencia se modifica para ocultar su tamaño y propósito. Un dispositivo que parece un globo meteorológico puede portar desde un simple sensor hasta todo un sistema ofensivo completo. Precisamente esta capacidad de ocultar su verdadero contenido convierte a los aerostatos en una herramienta tan peligrosa, especialmente en manos de quienes no los ven como simples plataformas de espionaje, sino como armas.

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