La muestra "Sapphire Canyon" podría responder a la gran pregunta — pero antes hay que traerla desde 225 millones de kilómetros.
El rover Perseverance llegó al borde occidental del cráter Jezero, donde en la antigüedad fluía un río, y por primera vez estudió en detalle las rocas que conservaron huellas de esa época. En el lecho del canal Neretva Vallis el aparato encontró dos áreas características. Una de ellas, denominada Bright Angel, está formada por rocas arcillosas claras; la otra — Masonic Temple — por depósitos más gruesos y conglomeráticos. Precisamente en Bright Angel el rover registró los hallazgos más interesantes: carbono orgánico, concentraciones de minerales hierro‑fosfato y rastros de sulfuros.
El equipo señaló que la materia orgánica no se encuentra en todas partes, sino solo en puntos aislados. En la roca se observan nódulos de tamaño de unas centenas de micras, enriquecidos en hierro, fósforo y zinc. Su composición química recuerda a minerales del grupo de la vivianita, que en la Tierra con frecuencia se forman en presencia de agua a bajas temperaturas. Además, en la roca se aprecian manchas de hasta un milímetro de diámetro, con un borde oscuro y un centro claro. Según los instrumentos, en los bordes se acumulaban hierro y fosfato, y en los núcleos — compuestos de azufre y hierro, correspondientes al mineral greigita. Esa estructura indica que en el interior de la roca se produjeron reacciones químicas locales relacionadas con cambios en las condiciones redox.
Resulta especialmente interesante la coincidencia: donde se registraron indicios de carbono orgánico, el color de la roca se volvía menos rojo. Eso se debe a que el hierro trivalente, que da a los sedimentos un tono ferruginoso rojizo, se convertía parcialmente en bivalente. La redistribución de hierro, fósforo y azufre se acompañó de la formación de nuevos minerales. En la Tierra, esos procesos a menudo ocurren con la participación de microorganismos; sin embargo, los investigadores subrayan que aún es prematuro aplicar esa interpretación a Marte. Todo ello podría haber ocurrido sin intervención biológica, únicamente por reacciones geoquímicas a temperaturas moderadas.
El rover operó en Bright Angel con un conjunto completo de instrumentos. Las cámaras Mastcam‑Z registraron panoramas detallados y recopilaron espectros de reflectancia. El conjunto SHERLOC, con un espectrómetro Raman y una microcámara, permitió seguir la distribución de la materia orgánica a nivel microscópico. PIXL proporcionó datos sobre la composición y las relaciones entre elementos en la roca, y SuperCam sobre las fases minerales. Completaba el panorama el radar RIMFAX, que investigó la estructura interna de las capas. Como resultado se obtuvo un modelo volumétrico de cómo se depositaron estos sedimentos y cómo cambiaron después de su formación.
La historia geológica de este lugar es la siguiente: en el lecho del canal se depositaron capas finas de limo, a veces con mezcla de partículas más grandes arrastradas por la corriente. Más tarde, por las rocas circularon soluciones acuosas que transportaron sulfatos y calcio. Como resultado, en las fisuras y cavidades se formaron cristales de sulfato de calcio, y en la matriz de la roca nódulos de hierro‑fosfato e inclusiones sulfurosas. Todo ello sucedió a baja temperatura, sin señales de calentamiento o metamorfismo.
Por cierto, el núcleo Sapphire Canyon, perforado en un bloque claro, despertó el mayor interés. Precisamente ese núcleo podría formar parte del futuro programa de envío de muestras marcianas a la Tierra. Allí, en los laboratorios, los científicos podrán, con equipos de alta precisión, confirmar o refutar el origen biológico de la materia orgánica, precisar la composición isotópica y la cristalquímica de los minerales.
Así que ahora sabemos que en Marte existieron zonas con condiciones favorables para la preservación del carbono orgánico y de minerales formados con participación de agua. Por ahora se trata solo de indicios indirectos, pero hallazgos como estos van aclarando paso a paso la historia marciana