El disco de la Vía Láctea está vivo: una onda de 650 años luz de altura lo atraviesa

El disco de la Vía Láctea está vivo: una onda de 650 años luz de altura lo atraviesa

17.000 gigantes jóvenes desvelan el secreto clave de la Vía Láctea

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Un equipo internacional de astrónomos estudió la distribución de estrellas jóvenes en nuestra Galaxia y descubrió en su disco una enorme onda que hasta ahora nadie había notado. Se extendió al menos 10 000 años luz, y según algunos datos — casi el doble. No es una simple irregularidad. La onda se desplaza hacia afuera, en dirección a la periferia de la Vía Láctea, y eso se aprecia de inmediato por tres indicios: la forma, los desplazamientos verticales y las velocidades de las estrellas.

Los investigadores tomaron dos conjuntos de objetos jóvenes. El primero — alrededor de 17 000 gigantes brillantes, estrellas masivas que pueden verse a distancias de hasta 7 kiloparsec (aprox. 23 000 años luz). El segundo — cerca de 3 500 cefeidas, una clase especial de estrellas variables que se detectan hasta cuatro veces más lejos — hasta 15 kiloparsec. Aunque las muestras son distintas, mostraron lo mismo: en la parte externa de la Galaxia hay no solo una inclinación del disco (conocida como «warp»), sino también una estructura ondulada superpuesta a ella.

El disco de la Vía Láctea está curvado en sí mismo — sus bordes se doblan hacia arriba y hacia abajo, como un disco de vinilo deformado por el tiempo. Esto es un hecho conocido desde hace tiempo. Pero ahora se ha descubierto que, además de esa curvatura, por el disco pasa también una gigantesca ondulación — como si por la placa hubiera pasado una ola marina. Su altura es de unos 150–200 parsec (aprox. 500–650 años luz), y no está quieta. Según el comportamiento de las estrellas, la onda se mueve hacia la periferia galáctica.

Los científicos hallaron que en las regiones donde las estrellas jóvenes se encuentran por encima del nivel medio del disco, no solo están elevadas —también se desplazan hacia afuera, desde el centro de la Galaxia. Sus velocidades son del orden de 10–15 kilómetros por segundo. Y esto ya es una pista seria: todo indica que no se trata de una irregularidad aleatoria, sino de una onda que recorre el disco.

Esa ondulación no coincide en forma con los habituales brazos espirales. Los atraviesa en diagonal, sin someterse a la geometría general. Además, si las espirales están enrolladas en una dirección, esta onda parece ser «líder» — es decir, inclinada en sentido contrario. Esto también es un signo importante: las espirales suelen asociarse con la densidad y la formación estelar, mientras que aquí, al parecer, hay otra causa.

Para asegurarse de que se trata realmente de una onda y no de un error de mediciones o de ruido estadístico, los investigadores construyeron un mapa de velocidades verticales. Es importante entender que el disco no solo está curvado —también rota. Por eso, al componente de las velocidades verticales se le restó primero la contribución del alabeo general, para no confundir el fondo con la ondulación real. Tras eso quedó una región clara donde las estrellas se elevan y, inmediatamente a su lado, donde descienden. Todo ello se parece a una cresta de onda, pero a escala galáctica.

Es interesante que esta onda recuerda mucho al fenómeno local llamado «onda de Radcliffe» — una enorme cadena de nubes de gas situada cerca del Sol. Pero tiene otra longitud (solo 2,7 kiloparsec) y está más cerca. La nueva onda, detectada en este estudio, es el doble de larga y se encuentra mucho más lejos — entre 10 y 14 kiloparsec desde el centro. Es posible que ambas ondas sean partes de la misma oscilación que atraviesa todo el disco, pero de momento no hay pruebas directas de ello.

¿Cuál puede ser la fuente de una onda tan gigantesca? Una de las opciones son las galaxias satélite que pasan cerca y «sacuden» el disco. Como principal sospechosa figura la galaxia enana de Sagitario — cruzó el plano del disco no hace mucho y podría haber dejado tras de sí esa «ondulación». Los modelos por ordenador muestran que tras tales colisiones en el disco pueden aparecer ondas verticales y radiales.

También es curioso que las estrellas dentro de esta ondulación no solo se muevan hacia arriba y hacia afuera, sino que lo hagan de forma coherente. Es decir, se observa una correlación entre los desplazamientos verticales y el flujo radial — como en las verdaderas ondas en el agua, donde las partículas describen arcos, hacia arriba y hacia adelante. Para la astronomía esto es inusual: en los modelos habituales los movimientos verticales y horizontales se consideran independientes. Pero aquí parece funcionar una mecánica más compleja.

Los autores subrayan que esto es solo el comienzo del estudio. El descubrimiento ya da motivos para revisar las ideas sobre la estructura de la Galaxia. Y lo principal — muestra que el disco de la Vía Láctea no es estático. Está vivo, respira, y en este momento late una onda que hasta hace poco nadie siquiera notaba.

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