En lugar de tanques, tuits: Taiwán y China libran un Mortal Kombat cognitivo

En lugar de tanques, tuits: Taiwán y China libran un Mortal Kombat cognitivo

Ambos países se acusan mutuamente de provocar el conflicto. Y ambos suenan convincentes.

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El conflicto en el ciberespacio entre China y Taiwán se ha intensificado nuevamente — esta vez acompañado de acusaciones cruzadas sobre la difusión de desinformación e insinuaciones políticas. Todo comenzó con un comunicado de las autoridades de la provincia china de Guangdong: según los resultados de una investigación preliminar de la policía local, detrás de una serie de ataques a instalaciones gubernamentales estaría un grupo de hackers extranjeros supuestamente respaldado por el Partido Progresista Democrático (DPP), actualmente en el poder en Taiwán.

Pekín, citando estos materiales, se apresuró a responsabilizar a Taipéi por el incidente. Sin embargo, la respuesta no tardó en llegar: la Oficina Nacional de Seguridad de Taiwán acusó al adversario de manipulaciones y de intentar encubrir su propia actividad en el ámbito de los ataques digitales. Según su versión, el Partido Comunista Chino (PCCh) distorsiona deliberadamente los hechos para confundir a la opinión pública y desviar las sospechas.

En una declaración oficial se subraya que el PCCh es considerado uno de los principales factores de amenaza en el ámbito de la ciberseguridad internacional. Según Taiwán, China utiliza noticias falsas como instrumento de presión, creando una imagen distorsionada de la realidad. Este comportamiento encaja en la estrategia de "guerra cognitiva", donde el papel clave lo juegan no solo las tecnologías, sino también la manipulación calculada de los hechos.

La situación adquirió un matiz especial al coincidir con el primer aniversario de la presidencia de Lai Ching-te. El líder de Taiwán ha declarado en múltiples ocasiones que el futuro de la isla debe ser decidido por sus ciudadanos, no por actores externos. En Pekín, tales declaraciones se perciben como una amenaza a los intereses nacionales, mientras que para la otra parte representan una expresión legítima de voluntad política.

Mientras tanto, la agencia Xinhua, citando a la policía china, informó que durante la investigación preliminar se identificó una organización de hackers extranjera, cuyo nombre no fue revelado. Según se afirma, esta estructura ha llevado a cabo ataques contra la infraestructura de red en más de diez provincias chinas durante los últimos años. Entre los afectados se encuentran redes que dan soporte a las fuerzas armadas, instalaciones energéticas, hidroeléctricas, sistemas de transporte y entidades administrativas. En los medios estatales, estos incidentes se presentan como una intervención planificada contra infraestructura crítica.

Al mismo tiempo, especialistas técnicos citados por Xinhua califican la naturaleza de los ataques como primitiva. Señalan que los atacantes actuaron de manera burda y poco ingeniosa, lo cual, en su opinión, indica capacidades limitadas. Esto bien podría ser un intento de minimizar la gravedad del incidente ante la opinión pública. Aunque en realidad, las cosas quizás no sean tan inofensivas.

Por otro lado, representantes de los servicios de inteligencia de Taiwán sostienen que es China quien ha estado llevando a cabo ciberataques masivos contra la isla durante años. No se trata solo de infiltraciones, sino también de robos de fondos, difusión de noticias falsas y campañas informativas destinadas a socavar la confianza de la ciudadanía y desestabilizar la sociedad. Los blancos de estos ataques son elementos concretos de infraestructura: canales de comunicación, instalaciones energéticas, nodos de transporte y sistemas de información de instituciones gubernamentales.

Según Taipéi, la ciberamenaza es solo una parte de la estrategia multinivel de China. Su objetivo principal es debilitar los mecanismos internos de gobernanza y provocar divisiones internas en la isla.

En China, las acusaciones contra el DPP y las estructuras taiwanesas no solo permiten crear la imagen de un enemigo externo, sino también construir una narrativa defensiva en el escenario internacional. Esto ayuda a justificar un control más estricto dentro del país y a moldear el relato público deseado.

En conflictos de esta naturaleza, es casi imposible establecer la verdad. La falta de transparencia, la complejidad técnica de los detalles y la imposibilidad de presentar pruebas irrefutables permiten a ambas partes construir versiones que les resultan convenientes.

Independientemente de quién esté realmente detrás de los últimos ataques, queda claro: las guerras de información se vuelven cada vez más sofisticadas. Ya no hacen falta ejércitos — basta con un mensaje bien formulado y acceso al equipo de red. Y cuanto más avanzamos, menos probable parece que alguna vez volvamos a los métodos tradicionales.

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