Ahora sabemos el día en que continentes enteros quedarán sumidos en la oscuridad. Pero…
Una noticia curiosa comenzó a propagarse por internet con una velocidad asombrosa: supuestamente, una inteligencia artificial predijo la fecha exacta de un apagón global. Según sus cálculos, un corte masivo de electricidad, que afectará simultáneamente a varios continentes, debería ocurrir el 27 de abril de 2027. Faltan menos de dos años para la catástrofe anunciada.
La predicción surgió después de que un usuario le hiciera a una plataforma de IA una pregunta directa sobre la próxima posibilidad de un apagón mundial. La respuesta fue sorprendentemente concreta y dramática: el escenario mencionaba el colapso de infraestructuras críticas, ciberataques masivos, tormentas solares y una falla en la cadena de redes eléctricas interconectadas.
Sin embargo, ahí se acaba la claridad. La IA no proporcionó justificaciones técnicas ni referencias a fuentes de datos concretas. El propio algoritmo indicó que la conclusión se basa en el análisis de eventos pasados y añadió que su respuesta era una suposición, no una afirmación.
No obstante, la reacción en las redes sociales fue intensa. Muchos usuarios comenzaron a debatir la posibilidad de semejante catástrofe, a compartir teorías y a preguntarse cómo protegerse si la IA tuviera razón. Y aunque la predicción carece de fundamentos reales, el clima de inquietud se difundió con bastante rapidez.
¿Pero podría algo así ocurrir realmente? Desde el punto de vista técnico, un corte de electricidad simultáneo a nivel mundial solo es posible en teoría, pero en la práctica sus probabilidades son extremadamente bajas. Aproximadamente equivalentes a ganar la lotería cinco veces seguidas, ser alcanzado por un rayo durante un eclipse solar —y todo en un mismo día. La probabilidad de tal evento se estima en menos de 1 entre 10^477.
Para que el mundo entero se quedara sin electricidad, tendría que producirse una falla simultánea en cientos de sistemas eléctricos independientes, operando en distintos países, sobre diferentes plataformas y con infraestructuras variadas. Pero las redes no están diseñadas de ese modo.
La generación y distribución de electricidad no es un bloque monolítico. El sistema energético global está compuesto por numerosos segmentos interconectados pero autónomos. Es precisamente por eso que, cuando una parte falla, las demás continúan funcionando. En cada país existen mecanismos locales de protección, sistemas automáticos de detección de fallos, protocolos de respaldo y fuentes de energía duplicadas.
Además, desarrolladores e investigadores de todo el mundo siguen perfeccionando los medios para prevenir este tipo de situaciones. Por ejemplo, en el Instituto Gesellschaft de Ilmenau, Alemania, se está desarrollando un modelo de IA para analizar el estado de las redes y detectar posibles anomalías. En Estados Unidos, el Departamento de Energía está invirtiendo 7 millones de dólares en investigar métodos de aplicación de IA para prever fallos y detectar situaciones anómalas a tiempo.
Así que la amenaza real de un apagón global es hoy extremadamente baja. Pero la noticia pone de manifiesto otro problema, mucho más tangible: el impacto de la desinformación generada por sistemas de IA generativa.
Estos algoritmos no “ven” el futuro. No poseen un don mágico de clarividencia ni están conectados a fuentes secretas de inteligencia. Sus respuestas son conjeturas matemáticas basadas en textos disponibles, noticias, tendencias y patrones. A veces esas conjeturas resultan razonables, y otras veces —completamente erróneas, especialmente cuando el sistema comienza a “alucinar”, generando datos ficticios o inverosímiles.
Por eso, la amenaza principal no es el apagón en sí, sino la facilidad con la que afirmaciones como esta capturan la atención del público y siembran el pánico, sin ningún respaldo. La IA ya es capaz de moldear la agenda informativa —y eso sí es un problema mucho más real que un apagón imaginario.