Un TikTok, un bosque menos. Las matemáticas que no te cuentan

Un TikTok, un bosque menos. Las matemáticas que no te cuentan

Basta de correr tras el último gadget: el IT sostenible empieza por repensar nuestro enfoque.

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En una era en la que la infraestructura digital consume cada vez más recursos, y los eslóganes corporativos sobre cuidado del medio ambiente a veces suenan vacíos, son precisamente las pequeñas empresas las que se mantienen como uno de los últimos bastiones de sentido común y cambio real. Las pequeñas y medianas empresas, contra todo pronóstico, pueden influir en el mundo mucho más de lo que parece, especialmente cuando se trata de la cultura del consumo digital y el uso responsable de la tecnología.

¿Por qué el impacto de las pequeñas empresas resulta tan visible? Es simple: cuanto más pequeña es la organización, menos burocracia hay, más libertad de expresión y mayor responsabilidad individual. En un equipo de cincuenta personas, la voz de cada uno suena mucho más fuerte que en una empresa de miles de empleados. Aquí no hay que pelearse por la atención: basta con proponer una idea y hay posibilidades reales de implementarla. Eso genera un sentido de propósito, permite construir una cultura de equipo y definir prioridades comunes.

Un ejemplo claro es la famosa frase Don’t be evil, que en su día decoró los estatutos de Google. En 2004, cuando la empresa tenía unos 2.500 empleados, ese lema formó parte oficial de los documentos de salida a bolsa. Pero en 2019, cuando la plantilla superó los 100.000 trabajadores, el eslogan desapareció discretamente. La escala hace su trabajo.

Sin embargo, incluso las grandes organizaciones pueden —y deben— pensar en cómo su actividad impacta en el planeta. Especialmente cuando hablamos de dónde y cómo se crean, procesan y transmiten los datos. Este asunto va mucho más allá de los detalles técnicos: se trata de la filosofía empresarial, de la búsqueda de que eficiencia y ética vayan de la mano.

A primera vista, parece que la potencia informática, el almacenamiento y los recursos de red hoy en día son baratos y prácticamente ilimitados. Pero si eso fuera cierto, las corporaciones no gastarían miles de millones en construir centros de datos, y las previsiones de aumento del consumo energético no generarían preocupación. Los gigantes como Microsoft intentan tranquilizar al público prometiendo que la IA ayudará a acelerar el desarrollo de la fusión nuclear. Pero ese argumento suena poco convincente: como si un fumador asegurara que subir los impuestos al tabaco curará el cáncer de pulmón. La solución es mucho más simple: dejar de fumar.

Para las pequeñas startups existen enfoques simples pero eficaces que realmente pueden reducir la huella digital. El más obvio: ser racionales con los formatos de información. Los datos en texto son la mejor opción: requieren poco espacio, consumen mínimo ancho de banda y apenas distraen al usuario. Los gráficos también son útiles, siempre que sean simples y bien comprimidos. En cambio, el vídeo —especialmente en exceso— se convierte en un verdadero enemigo climático, generando más carbono que un incendio forestal.

El uso de contenido generado por IA solo agrava la situación. Aquí entran en juego variables como el tamaño de los modelos, el coste de su entrenamiento y la dudosa fiabilidad del contenido resultante. Los equipos pequeños pero inteligentes —como suele ser el caso en las pymes— deben comprender estos matices.

Otro aspecto importante es la ubicación donde se procesan los datos. Existe la creencia popular de que los servidores locales son automáticamente más ecológicos que la nube. En la práctica, no es tan sencillo. Los grandes centros de datos tienen una eficiencia energética impresionante, gracias en parte a las enormes inversiones en gestión de recursos. Pero la palabra clave es transparencia. Nunca sabrás cuál es realmente la huella de carbono de tu proveedor en la nube, mientras que una infraestructura local permite rastrear con mucha más precisión el consumo energético.

En este sentido, es útil entender el concepto de grid mix, o la combinación energética de cada región. En algunos países, casi toda la electricidad proviene de fuentes renovables; en otros, predominan los combustibles fósiles. Incluso dentro de un mismo país, la situación puede variar mucho: por ejemplo, en Reino Unido, el sistema energético de Escocia es mucho más limpio que el de Inglaterra. Sin embargo, ningún gran proveedor en la nube permite mover fácilmente las tareas de computación a donde las emisiones son mínimas.

Una alternativa la ofrecen pequeños proyectos en la nube, que a menudo pueden proporcionar garantías de sostenibilidad más estrictas y transparentes. En este tema, curiosamente, la decisión sigue estando en manos del consumidor.

Existe otro camino: no pagar por lo que no quieres. Evitar los servicios de los gigantes tecnológicos puede ser difícil, pero para las pequeñas empresas es mucho más viable gracias a su flexibilidad e independencia. Además del aspecto financiero y legal, es una cuestión moral: invertir en modelos de negocio que prometen cuidar el medio ambiente, pero que en la práctica pueden ignorar sus propios compromisos.

La sostenibilidad no se trata solo del consumo, sino también del equipamiento. El mercado de dispositivos de segunda mano, incluidas las iniciativas corporativas de recolección de equipos obsoletos, permite reducir considerablemente la huella digital. Si deseas algo nuevo pero realmente pensado, vale la pena considerar marcas como Framework, que producen portátiles centrados en la reparabilidad, no en actualizaciones de marketing.

También hay caminos menos obvios: en lugar de comprar nuevas Raspberry Pi para un proyecto, se pueden adquirir terminales x86 de segunda mano del sector corporativo. Suelen ser más potentes, más baratos y, con un poco de habilidad técnica, fáciles de integrar.

Al final, el principal factor para un IT sostenible no son las tecnologías, sino las personas. Como señalan los especialistas de Considerate Digital, que desarrollan herramientas open-source para medir la huella digital, los cambios más tangibles comienzan en pequeños equipos convencidos de que pueden marcar la diferencia.

Si crees que un pequeño paso no cambia nada, recuerda que toda gran transformación social y tecnológica empieza así. Con una cultura de conciencia, con las preguntas que hacemos a nosotros mismos y a nuestros proveedores. Y lo más importante: con el deseo no solo de ser parte del proceso, sino de liderarlo.

Y como dice el clásico chiste… siempre hay una respuesta. A veces incluso en solo 42 palabras.

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