¿Es el regolito la clave principal para conquistar el espacio?
La supervivencia humana más allá de la Tierra siempre se reduce a las mismas preguntas: ¿de dónde obtener agua, oxígeno y combustible? La respuesta ha resultado estar más cerca de lo que parecía —en el polvo gris plateado que cubre la superficie de la Luna. Científicos de la Universidad China de Hong Kong en Shenzhen han propuesto un método que no solo permite extraer agua del suelo lunar, sino también usarla para convertir dióxido de carbono en oxígeno y componentes combustibles. Y todo eso sin recurrir a instalaciones voluminosas ni procesos que consumen mucha energía.
Aunque la idea suene futurista, ya ha pasado pruebas de laboratorio. En los experimentos se utilizaron tanto simuladores de regolito como muestras reales traídas por la misión Chang’e-5. El sistema funciona con luz solar y resuelve de forma simultánea varios de los desafíos que inevitablemente enfrentarán los futuros colonos lunares.
La principal ventaja del método es la combinación de funciones. Anteriormente, la obtención de agua requería varias etapas: tratamiento térmico, filtrado, separación química. El manejo del CO₂ —subproducto de la respiración de la tripulación— se abordaba por separado. El nuevo esquema integra ambos procesos: primero se extrae la humedad del material, luego participa en una reacción fototérmica en la que el dióxido de carbono se descompone en hidrógeno y monóxido de carbono.
Los gases resultantes pueden utilizarse para sintetizar metano y generar oxígeno —elementos básicos tanto para la respiración como para la propulsión. En condiciones donde cada kilogramo de carga útil es crítico, esto representa un gran avance.
El componente clave del sistema es la ilmenita —un mineral denso rico en hierro y titanio. Contiene agua estructural y funciona eficazmente como catalizador bajo calentamiento solar. Dentro del reactor, los científicos simularon condiciones similares a las lunares: baja presión, luz solar concentrada y CO₂ que imita la respiración humana.
Sin embargo, aún estamos lejos de una aplicación práctica. La Luna es un entorno extremadamente hostil: temperaturas que oscilan entre +120 y –170 °C, niveles elevados de radiación y baja gravedad. Todos estos factores pueden afectar la estabilidad de los procesos químicos y la fiabilidad de los equipos.
También existen desafíos técnicos. La composición del regolito varía según la región —una instalación eficiente en una zona podría no funcionar en otra. Además, la cantidad de CO₂ exhalado por los humanos podría no ser suficiente para mantener una reacción continua. Los autores de la tecnología reconocen que la productividad actual está aún lejos del nivel necesario para una verdadera autonomía.
Aun así, el principio en sí —usar la radiación solar no solo para cargar baterías, sino también para activar transformaciones químicas— ofrece nuevas herramientas para la supervivencia autónoma. Incluso como módulo auxiliar, este sistema puede reducir la dependencia de los suministros desde la Tierra.
Para llevar esta tecnología a la práctica, será necesario aumentar la producción de sustancias clave y desarrollar reactores compactos y fiables que funcionen en condiciones extremas. Esto llevará tiempo y exigirá nuevas soluciones de ingeniería. Pero la dirección ya está trazada, y el camino hacia una presencia sostenible en la Luna se vuelve un poco más real.
La capacidad de extraer recursos in situ adquiere un valor especial en medio de la creciente carrera espacial entre EE. UU. y China. Como parte de la misión Artemisa III, la NASA planea enviar astronautas al polo sur lunar en busca de depósitos de hielo de agua que puedan sustentar futuras bases.
Al mismo tiempo, el ejército estadounidense expresa preocupación de que China, bajo el pretexto de la investigación, pueda ocupar zonas clave ricas en recursos. En este contexto, la nueva tecnología china aparece como una posible ventaja estratégica.
Cabe añadir que no solo están implicadas entidades estatales. La empresa Intuitive Machines ya ha enviado una sonda equipada con una broca al polo sur lunar —para analizar posibles reservas de agua en cráteres en sombra permanente. La NASA, por su parte, está desarrollando un sistema de coordenadas temporales lunares —la base para la navegación y la sincronización precisa de las operaciones de extracción.
La humanidad se acerca al momento en que la Luna dejará de ser escenario de expediciones breves para convertirse en un verdadero objeto de colonización. El desarrollo chino es una de las tecnologías que nos acercan a ese momento. Y quizá sea precisamente la capacidad de convertir el polvo lunar en combustible y aire lo que determine quién construirá primero una base real más allá de la Tierra.