Eurovisión no es sobre la música. ¿Quieres llegar a la final? Baila en TikTok, haz amigos con los vecinos y no llames a tu canción "Kant"

Eurovisión no es sobre la música. ¿Quieres llegar a la final? Baila en TikTok, haz amigos con los vecinos y no llames a tu canción "Kant"

Pero, ¿qué pasa con el talento? ¿A quién le importa hoy en día…?

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Seguramente ya te habrás dado cuenta de que el camino hacia la victoria en Eurovisión no solo depende de los méritos musicales de las canciones. A veces, parece que ni siquiera se les presta atención… Detrás de la brillante fachada del certamen se esconde un sistema complejo de factores: números, alianzas regionales y tendencias en las redes sociales, que determinan quién pasará a la final.

Después de la interrupción obligada debido a la pandemia, el concurso se reanudó en 2021. Entonces, Albania y Moldavia sorprendieron al llegar a la final, a pesar de que los fanáticos no apostaban por su éxito. El resultado desconcertó a los analistas, acostumbrados a confiar en patrones establecidos: simpatías políticas entre los países y una tabla no oficial de favoritos. La razón podría haber sido un cambio en el tradicional equilibrio de poder: debido a la cancelación del evento en 2020, los fanáticos crearon su propio sistema de preferencias en TikTok, Twitter y otras redes sociales.

En 2023, los organizadores cambiaron el sistema de selección. Ahora, en las semifinales, el destino de los participantes lo deciden únicamente los espectadores: votan por teléfono o por internet por sus actuaciones favoritas. El concurso se desarrolla en tres etapas. Primero, todos los países, excepto los finalistas automáticos, se dividen en dos semifinales con 15-17 participantes. De cada una de estas rondas de selección, pasan a la final los diez participantes con la mayor cantidad de votos del público. En la final, además de los votos del público, se suman las calificaciones del jurado profesional, lo que hace que los resultados sean menos predecibles debido a la compleja interacción de preferencias musicales y políticas.

La "Gran Quinta" —Reino Unido, Francia, Alemania, España e Italia— junto con el país anfitrión, pasa directamente a la final sin necesidad de una ronda de selección. Este derecho lo obtienen como los mayores donantes financieros del concurso. Sin embargo, cada uno de estos países participa en el proceso de votación en una de las semifinales. Los espectadores atentos también han notado otra regla: el orden de las actuaciones, determinado por los productores del evento, puede influir significativamente en el resultado. Esto es especialmente evidente cuando una canción energética suena después de varias composiciones lentas, ya que el contraste aumenta la impresión dejada por el número brillante.

Pero, según los expertos, la clave principal del éxito radica en la geografía. Lo cual, por supuesto, no es una sorpresa…

En 2025, las casas de apuestas predicen el primer lugar para el grupo sueco KAJ con la canción "Bara Bada Bastu", que con humor juega con los estereotipos nacionales sobre los baños. También tienen buenas posibilidades el cantante estonio Tommy Cash: su "Espresso Macchiato" con referencias irónicas a la cultura italiana tiene muchas opciones de llegar a la final.

Una situación curiosa se ha dado con la candidatura de Malta. La canción de Miranda Conte se llamaba inicialmente "Kant", pero la BBC exigió cambiar el título debido a la connotación indeseada con una palabra obscena. ¿De qué justicia estamos hablando cuando los gigantes europeos dictan directamente las condiciones a los pequeños participantes?

Las estadísticas de dos décadas ilustran claramente la influencia de las alianzas geopolíticas. Malta, que no forma parte de ningún bloque regional, solo supera la barrera de las semifinales en el 44,4% de los casos. En contraste, Ucrania tiene un resultado del 100%: desde 2004, participó en 14 semifinales y pasó todas. Suecia, que tiene el mismo número de victorias en la historia del certamen que Irlanda, y Serbia, que cuenta con el apoyo de sus vecinos, también muestran estadísticas impresionantes: 92,9% y 80% de actuaciones exitosas, respectivamente.

Los resultados de Bélgica y Suiza, políticamente neutrales, son más modestos: un 42,1% de pases a la final. Irlanda, a pesar de ser miembro de la Unión Europea y tener el récord de victorias en la historia del certamen, solo avanza en un 38,9% de las ocasiones, lo que se debe a su ubicación insular.

Los expertos han notado desde hace tiempo patrones constantes en la votación. Los países nórdicos —Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia— tradicionalmente se apoyan entre sí. Lo mismo ocurre entre los países balcánicos: Serbia, Croacia, Macedonia del Norte y Eslovenia. Las repúblicas bálticas —Lituania, Letonia y Estonia— también intercambian puntos altos.

"En una semifinal reñida, incluso unos pocos votos pueden decidir el resultado", explica Paul Jordan, investigador de la historia y la política de Eurovisión. "Si un país recibe ocho, diez o doce puntos de varios estados amigos, a menudo eso es suficiente para pasar a la final".

Los resultados también se ven afectados por las conexiones migratorias: Rumanía y Moldavia se intercambian regularmente calificaciones altas, y los intérpretes polacos reciben generosos puntos de los televidentes británicos e irlandeses. Sin embargo, Jordan advierte que no se debe exagerar la importancia de las diásporas: "Estos patrones realmente existen —por ejemplo, cuando Bélgica, Alemania y los Países Bajos apoyaban a los artistas turcos. Pero, al final, lo que importa es la calidad de la música".

La actividad en las redes sociales también puede influir en los resultados. El público intenta predecir los resultados del voto, analizando la popularidad de las canciones en las redes sociales: cuentan las vistas en YouTube, las reproducciones en Spotify y el número de videos con las canciones en TikTok. Sin embargo, vincular las estadísticas en línea con los resultados reales de la votación es difícil: los altos números en internet no siempre se traducen en victorias en el certamen.

Кто завёл космические часы — и зачем нам вообще знать ответ?

Философско-научное размышление о границах познания, бессмысленных вопросах и странной привычке искать Смысл с большой буквы.