Arancel del 25 % = 0 % de impacto: fabríquelo usted mismo si puede.
El escenario en el que el iPhone se convierte en un producto “hecho en EE. UU.” sigue estando lejos de la realidad, a pesar de las declaraciones de Donald Trump y sus amenazas de imponer aranceles del 25 % a la importación de smartphones. Los analistas de Morgan Stanley realizaron cálculos y llegaron a la conclusión de que una medida así conduciría más bien a un aumento de precios que al traslado de las capacidades de producción de Apple a territorio estadounidense.
Anteriormente, Trump ya intentó presionar a la compañía incrementando los aranceles a ciertos productos chinos hasta el 145 %. Esto podría haber llevado a Apple a reconsiderar sus cadenas de suministro. Sin embargo, la presión finalmente disminuyó y la amenaza dejó de tener relevancia económica.
Según los cálculos de Morgan Stanley, ensamblar el iPhone en EE. UU. costaría al menos un 35 % más que en el extranjero. Es decir, un modelo de $999 se convertiría automáticamente en un dispositivo de $1350, si la empresa quisiera mantener su margen habitual.
Incluso con un arancel del 25 % sobre la importación de iPhones desde China o India, Apple podría limitarse a un aumento global de precios de apenas un 4–6 % para mantener intacta su rentabilidad. Esto significa que la compañía probablemente ajustará su política de precios antes que implementar cambios radicales en su logística.
El analista de Canalys Runar Bjørhovde coincide con esta previsión. Señaló que la imposición de un arancel del 25 % no será un incentivo para la localización, ya que los costes adicionales de construir fábricas, capacitar personal y establecer la logística superarían con creces los beneficios de una reducción arancelaria.
Si Apple decide trasladar la producción, tendrá que construir no una, sino varias fábricas, cada una de las cuales deberá estar equipada, dotada de personal y puesta en funcionamiento. Sólo para satisfacer la demanda del mercado estadounidense, se requerirían más de 100 000 especialistas con habilidades precisas para operar equipos de alta precisión.
Según Morgan Stanley, el plazo mínimo para implementar un proyecto de este tipo sería de al menos dos años. Pero un plazo más realista es de cuatro años o más, como lo demuestra el ejemplo de la fábrica de TSMC en Arizona, que comenzó a construirse en 2020 y recién entró en funcionamiento en 2024.
Bjørhovde considera que, incluso con inversiones por parte de contratistas como Foxconn, Apple necesitaría entre tres y cinco años para organizar una producción limitada en EE. UU. Y eso — con la condición de poder trasladar a especialistas chinos con experiencia, de lo contrario el proyecto está condenado al fracaso por falta de la pericia necesaria.
Además, la Casa Blanca no tiene una forma sencilla de imponer tales aranceles específicamente sobre smartphones. Como recuerda Morgan Stanley, actualmente el iPhone no está sujeto a las restricciones arancelarias vigentes. Para cumplir con su amenaza, Trump tendría que recurrir a medidas extraordinarias como la ley IEEPA o iniciar una investigación bajo la Sección 232, como ya se hace con los semiconductores. Sin embargo, ambos caminos conllevan dificultades legales.
A pesar de las declaraciones grandilocuentes, ni desde el punto de vista económico ni legal la administración cuenta con herramientas simples de presión. Y trasladar la producción del iPhone es una tarea extremadamente costosa, compleja y prolongada. Por eso, lo más probable es que Apple continúe haciendo gestos simbólicos hacia Washington sin tocar las cadenas de suministro clave.
La compañía ya ha prometido invertir 500 mil millones de dólares en la economía estadounidense, principalmente en los ámbitos de la IA, los chips y la formación de personal. Morgan Stanley supone que, como respuesta a la presión política, Apple podría trasladar a EE. UU. la producción de dispositivos menos importantes, como Mac, HomePod o AirTag. Esto requeriría menores inversiones y permitiría a la empresa demostrar su disposición al compromiso.
Este escenario es beneficioso para ambas partes: la administración podrá presentar una victoria contra la “dependencia de China”, mientras que Apple reducirá los riesgos asociados a la política. Pero esperar un iPhone con la etiqueta “Made in USA” aún es claramente prematuro — especialmente en el contexto actual.