El supersónico vuelve a ser legal en EE. UU.: una orden de Trump lanza una nueva era de la aviación

El supersónico vuelve a ser legal en EE. UU.: una orden de Trump lanza una nueva era de la aviación

Mientras Europa debate sobre ecología, EE. UU. elimina prohibiciones obsoletas.

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En Estados Unidos se avecinan cambios que podrían devolverle el liderazgo en el ámbito de la aviación supersónica. El viernes, Donald Trump firmó una orden que revoca la prohibición vigente desde hace más de medio siglo sobre vuelos civiles a velocidades superiores a la del sonido sobre el territorio nacional. El presidente encomendó a la Administración Federal de Aviación (FAA) no solo levantar las restricciones impuestas en 1973, sino también desarrollar un sistema de control del nivel de ruido generado por estos aviones, teniendo en cuenta las realidades tecnológicas, económicas y la percepción de los propios estadounidenses.

La prohibición en cuestión se introdujo después de que las pruebas de aviones supersónicos a finales de los años 60 y principios de los 70 provocaran consecuencias inesperadas. El estampido sónico que acompaña el cruce de la barrera del sonido causaba muchas molestias: rompía ventanas y simplemente asustaba a la población. Como resultado, se cancelaron los vuelos internos a tales velocidades, y los Concorde y sus escasos homólogos se vieron obligados a volar únicamente sobre los océanos.

Sin embargo, la tecnología no se detuvo. En los últimos años, la NASA y una serie de startups ambiciosas han presentado prototipos capaces de volar a velocidades supersónicas sin generar el estruendo destructivo. Para lograrlo, se requieren soluciones de ingeniería poco convencionales: carenas nasales alargadas, disposición inusual de los motores, geometría optimizada del fuselaje e incluso cálculos sobre las capas de temperatura de la atmósfera para desviar la onda de choque hacia arriba o lejos de las zonas habitadas.

Ahora, gracias a la orden presidencial, EE. UU. vuelve oficialmente al diseño y operación de aviones civiles supersónicos. El documento respalda de hecho la iniciativa de cuatro senadores del Partido Republicano que anteriormente habían presentado un proyecto de ley con el mismo contenido en el Congreso. Sin embargo, en lugar de largas discusiones, Trump prefirió actuar con rapidez, con una sola firma.

Además del levantamiento de la prohibición, la FAA recibió la instrucción de desarrollar un reglamento para evaluar las características acústicas de los aviones avanzados. La agencia deberá considerar tres factores clave: cuánto aceptará el público el nivel de ruido, cuánto costarán las medidas para reducirlo y cuán viables son las soluciones técnicas en un contexto de producción en serie.

La Casa Blanca subraya el carácter estratégico de la iniciativa. En la nota informativa publicada se afirma:

La orden elimina barreras regulatorias para que las empresas estadounidenses puedan volver a dominar la aviación supersónica. Al eliminar normativas heredadas del siglo pasado y fomentar tecnologías avanzadas, el presidente Trump hará grande a la aviación nuevamente.

Uno de los principales actores en este mercado es la startup con el simbólico nombre Boom Supersonic. La empresa está probando modelos experimentales equipados con todas las innovaciones de ingeniería mencionadas. En enero, su avión XB-1 superó con éxito la barrera del sonido, demostrando la viabilidad del concepto de vuelo “silencioso”.

Boom ya está desarrollando un avión comercial con capacidad para 80 pasajeros. Entre sus inversores se encuentran figuras destacadas de Silicon Valley: el cofundador de OpenAI, Sam Altman, y el cofundador de LinkedIn, Reid Hoffman. Estos nombres dejan claro que el proyecto no se percibe como un pasatiempo para entusiastas de la aviación, sino como una apuesta real por el futuro del transporte.

La tecnología estadounidense efectivamente va por delante —por ahora. Pero Pekín está incrementando activamente sus inversiones en proyectos similares, y este factor claramente acelera la reacción política en Washington. No se trata solo de vuelos comerciales, sino de una demostración de supremacía tecnológica en principio.

No obstante, la cuestión de la demanda de vuelos supersónicos sigue abierta. Incluso si se logra el silencio y la estabilidad, es poco probable que los billetes sean baratos. La economía de estos vuelos es compleja: combustible, costes de ingeniería, amortización… todo esto encarece considerablemente el precio del pasaje. Se espera que, en una primera etapa, la demanda provenga de clientes corporativos, diplomáticos y viajeros con alto poder adquisitivo.

Sin embargo, incluso un segmento reducido puede generar beneficios. La aparición de estos aviones permitirá reducir a la mitad los tiempos de vuelo entre Nueva York y Los Ángeles, y potencialmente entre otras grandes ciudades. En una era en la que el tiempo se ha convertido en uno de los activos más valiosos, incluso un par de horas de ventaja pueden cambiar las reglas del juego.

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