Duerme bajo la piel durante semanas. Se despierta cuando lo que está en juego es tu vida.

Uno de los riesgos más peligrosos en la diabetes tipo 1 es la caída repentina de los niveles de azúcar en sangre. La hipoglucemia puede presentarse mientras el paciente duerme o en momentos en que no percibe síntomas de alarma. Sin ayuda inmediata, puede provocar pérdida de conciencia, convulsiones, paro cardíaco y, en el peor de los casos, la muerte. Ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts han propuesto una solución que, literalmente, puede traer de vuelta a alguien desde el umbral.
Un nuevo implante, del tamaño de una moneda, se coloca bajo la piel y contiene una dosis de glucagón —una hormona que estimula la liberación de glucosa desde el hígado. Su activación puede ser automática —a partir de una señal de un sensor externo— o manual. El objetivo es brindar ayuda cuando el paciente no puede actuar por sí mismo.
Este tipo de dispositivo es especialmente importante para personas que viven solas, personas mayores, niños y en episodios nocturnos, donde cada minuto cuenta. El sistema no requiere ninguna acción por parte del usuario y se activa justo en el momento de peligro.
La estructura se basa en una combinación de materiales biocompatibles, componentes digitales y una aleación con memoria de forma. La cápsula, impresa en 3D, está sellada herméticamente con un componente de níquel-titanio que se deforma al calentarse. A una temperatura de unos 40 °C, se libera el contenido.
El medicamento se almacena en forma de polvo —lo que prolonga su estabilidad más que en forma líquida. Gracias a esto, el implante puede permanecer en modo “durmiente” bajo la piel durante semanas o incluso meses.
La activación se realiza mediante una antena miniaturizada integrada, que recibe señales de radio en una frecuencia determinada. Al recibir el comando, el sistema aplica una leve corriente eléctrica, calienta la aleación y libera el fármaco. En el futuro, estas soluciones podrán conectarse directamente a sistemas de monitoreo continuo de glucosa (CGM), reaccionando automáticamente a una caída crítica del azúcar en sangre.
Durante las pruebas en laboratorio con animales que tenían problemas en el control glucémico, el dispositivo funcionó correctamente, estabilizando la condición sin intervención externa. Su eficacia se mantenía incluso después de un mes de uso, a pesar de la formación de tejido cicatricial —una reacción normal ante un cuerpo extraño.
El sistema también fue probado con adrenalina —medicamento utilizado en casos de anafilaxia o paro cardíaco. Tras la señal, la liberación de la sustancia provocó un aumento en la frecuencia cardíaca, lo que indica que llegó correctamente al torrente sanguíneo.
La versión actual funciona de forma fiable durante cuatro semanas. Los investigadores buscan extender este período hasta un año o más, manteniendo la estabilidad frente a la respuesta biológica del organismo. Uno de los principales retos sigue siendo garantizar un suministro de energía duradero.
El próximo paso son los ensayos a gran escala en animales y el inicio de la fase clínica. El equipo espera comenzar las pruebas en humanos en los próximos tres años.
Según el profesor de ingeniería química Daniel Anderson, el objetivo del proyecto no es reemplazar la terapia, sino brindar una protección decisiva en el momento más vulnerable, cuando ya no depende de la persona salvarse.