Un ingeniero de 59 años filtró secretos militares estadounidenses a su país natal durante años

Un ingeniero de 59 años filtró secretos militares estadounidenses a su país natal durante años

¿Por qué un graduado de Stanford cambió el sueño americano por premios chinos?

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Un ingeniero de Silicon Valley de 59 años, Chenguang Gong, ciudadano de EE.UU. y China, se declaró culpable de robar más de 3600 documentos confidenciales que contenían desarrollos críticos en tecnología militar. Entre la información sustraída se encuentran detalles sobre sensores diseñados para proteger aviones contra misiles guiados por calor y cámaras especializadas resistentes a la radiación utilizadas en el espacio para monitorear lanzamientos de misiles y objetos hipersónicos.

Según la investigación, Gong transfirió sistemáticamente archivos desde su portátil laboral a dispositivos personales —una memoria USB Verbatim y dos discos duros externos Western Digital— durante 16 días, entre finales de marzo y abril de 2023. Su actividad se intensificó tras el 5 de abril, fecha en que firmó un contrato con una empresa competidora de su anterior empleador, dedicada también a sensores infrarrojos. Parte de los archivos fueron copiados posteriormente a su ordenador personal.

Agentes del FBI señalan que el acusado comenzó a copiar datos desde su llegada a EE.UU. procedente de China. Su rastro digital refleja un interés constante y deliberado por las tecnologías en las que trabajaba, con intentos claros de apropiárselas para beneficio propio. El propio Gong admitió haber robado secretos comerciales.

El recorrido de Gong en Estados Unidos comenzó en 1993, cuando ingresó a la Universidad de Clemson para estudiar ingeniería eléctrica. Posteriormente cursó estudios de posgrado en Stanford. En 2011 obtuvo la ciudadanía estadounidense y ese mismo año empezó a desarrollar circuitos integrados en una empresa tecnológica en Santa Clara.

Ya en 2014 fue contratado por un contratista militar en San José como gerente de diseño de sensores CMOS. Fue entonces cuando comenzó a interesarse por los programas chinos de “atracción de talentos”, iniciativas estatales dirigidas a repatriar conocimiento y profesionales tecnológicos al país.

Estos programas, iniciados en China en los años noventa, ofrecen generosas subvenciones estatales. Los seleccionados pueden recibir hasta 150 mil dólares en premios y hasta 750 mil para futuras “investigaciones científicas”. Entre 2014 y 2022, Gong presentó varias solicitudes, proponiendo tecnologías idénticas a las que desarrollaba en EE.UU. En una ocasión, llegó a semifinales con un proyecto de sensores de visión nocturna, utilizando incluso imágenes de equipos de su lugar de trabajo. Por su participación recibió unos 2800 dólares.

Después de unirse a una nueva empresa el 30 de enero de 2023, Gong solicitó una licencia alegando la necesidad de cuidar a sus padres enfermos en China. Sin embargo, nunca salió del país. En marzo regresó a trabajar y comenzó a copiar intensamente documentación, incluidos planos de circuitos integrados destinados a rastrear lanzamientos de misiles y otros objetivos. El 20 de marzo presentó su renuncia, alegando no sentirse lo suficientemente capacitado y recomendando contratar a alguien más cualificado.

Según la empresa afectada, el valor de los materiales robados podría ascender a cientos de millones de dólares. Especial preocupación genera la posibilidad de que esta información en manos de gobiernos extranjeros represente un riesgo para la seguridad nacional de EE.UU.

Tras la salida de Gong en abril para incorporarse a una firma competidora, el equipo de ciberseguridad de su antiguo empleador llevó a cabo una auditoría interna. Esta reveló actividades sospechosas, lo que llevó a presentar una denuncia ante el FBI. Se inició entonces una vigilancia encubierta, se incautaron dispositivos y se hallaron múltiples pruebas que confirmaban el alcance del robo.

La detención se realizó en febrero de este año. Esta semana, el ingeniero reconoció formalmente su culpabilidad. Podría enfrentar hasta 10 años de prisión por el delito de robo de secretos comerciales.

Este prolongado delito ha puesto en evidencia los riesgos de fuga de propiedad intelectual y demuestra cómo una sola persona, ocultándose tras la rutina de la ingeniería corporativa, puede comprometer intereses nacionales.

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