La UE protegió a los periodistas de la vigilancia, pero podría perder la guerra por la libertad de expresión.
El 8 de agosto entró en vigor la Ley de Libertad de los Medios de Comunicación de la UE (EMFA), un instrumento normativo llamado a convertirse en una pieza clave para la protección del pluralismo mediático y la independencia periodística en los Estados miembros. La elaboración del documento llevó varios años y reunió los esfuerzos de organizaciones de derechos humanos, asociaciones profesionales y políticos conscientes de que una prensa libre es un pilar esencial de la democracia. La adopción de la ley a principios de 2024 fue el resultado de largas negociaciones y de un intenso trabajo de presión para impulsar iniciativas destinadas a reforzar los derechos de los periodistas, protegerlos de presiones indebidas y garantizar la transparencia del mercado mediático. Sin embargo, la coalición de socios de la iniciativa Media Freedom Rapid Response, en una declaración conjunta, criticó la EMFA y expresó su preocupación por la seguridad de los periodistas.
Aunque los Estados miembros de la UE han tenido más de un año para adaptar sus leyes nacionales a las disposiciones de la EMFA, el progreso real sigue siendo muy desigual. Solo algunos países han tomado medidas concretas, mientras que muchos están aún en las primeras fases o van considerablemente retrasados. Esto genera inquietud, ya que las disposiciones clave de la ley ya son de aplicación directa, incluso sin adaptación local, y pueden ser objeto de litigios tanto en tribunales nacionales como europeos.
Entre las normas ya vigentes destacan especialmente los artículos que protegen a los periodistas contra la vigilancia y el uso de software espía, que garantizan la financiación independiente de los radiodifusores públicos, consolidan el derecho de acceso a contenidos diversos y editorialmente independientes, y refuerzan la transparencia y la rendición de cuentas de las plataformas digitales. Estos mecanismos están concebidos para servir de barrera frente a la monopolización de la información, la influencia política y las presiones sobre los medios.
No obstante, la efectividad de la EMFA depende ahora directamente de la voluntad política de los gobiernos nacionales. Para que el documento sea una garantía real de libertad de expresión y no una mera declaración formal, se requiere una reforma integral de la legislación mediática en cada Estado miembro. Preocupa que en algunos países falte disposición o voluntad para implementar los cambios necesarios. Esta falta de acción amenaza con dejar una base regulatoria única relegada al papel.
En este contexto, es crucial que la Comisión Europea y el Consejo Europeo de Servicios de Medios desempeñen un papel activo, ejerciendo un control estricto sobre la aplicación de las normas y utilizando todo el arsenal de medidas jurídicas en caso de incumplimiento. Debe prestarse especial atención a los países donde la libertad de prensa ya está en riesgo, ya que cualquier demora podría agravar la situación.
Los socios de la iniciativa Media Freedom Rapid Response, impulsores iniciales de la ley, planean seguir vigilando la situación, realizar misiones y elaborar informes sobre el avance de la implementación. Su objetivo es garantizar que los gobiernos cumplan con sus compromisos y que la UE intervenga cuando sea necesario para hacer respetar las normas. Si se aplica de forma plena y efectiva, la EMFA puede convertirse en una poderosa herramienta contra la captura mediática, fortalecer la radiodifusión pública independiente y brindar a los periodistas protección contra la vigilancia ilegal, convirtiendo su implementación en una tarea común para toda Europa.