Exoplanetas sin estrella se han convertido en escaparates para los soñadores.
Los exoplanetas distantes rara vez recuerdan a los mundos acogedores de la ciencia ficción. Casi siempre se trata de gigantes gaseosos con temperaturas extremas o de planetas errantes que ni siquiera tienen una estrella. Pero fueron precisamente esos mundos inhóspitos los protagonistas de una campaña poco habitual de NASA, que en 2015 convirtió la ciencia de los exoplanetas en un acontecimiento cultural de alcance mundial.
El proyecto Exoplanet Travel Bureau ofreció al público una serie de pósters retro en el estilo de la publicidad turística de los años 30, visitas virtuales e incluso libros para colorear. En lugar de las habituales imágenes de nebulosas y galaxias, mostraban carteles imaginarios: «Kepler-16b — un mundo con dos soles» o «PSO J318.5−22 — un planeta donde la noche nunca termina». La idea se difundió de inmediato por todo el mundo, aun cuando la ciencia de los exoplanetas no dispone de imágenes espectaculares.
La escritora e investigadora australiana Seredwen Dovey investigó esta experiencia y publicó un artículo en el Journal of Science Communication. Su atención se centró en la interacción entre científicos y artistas, que permitió convertir datos secos en imágenes llamativas. Según Dovey, en esos proyectos los creadores no se limitan al papel de ilustradores, sino que se convierten en verdaderos coautores, ayudando a los investigadores a mirar de otra manera sus propios hallazgos.
La principal dificultad era que los astrónomos cuentan con muy poco “material bonito”. A diferencia de las espectaculares fotos del Hubble, las imágenes de exoplanetas suelen reducirse a puntos borrosos junto a las estrellas. El segundo problema son los propios mundos. La mayoría de los planetas descubiertos son totalmente inhabitables. Lograr que resultaran atractivos en formato de “publicidad turística del futuro” no fue tarea fácil.
El responsable del equipo creativo de NASA, Joby Harris, con experiencia en cine y música, propuso recurrir al estilo de los pósters de los parques nacionales de la época de la Gran Depresión. Aquella gráfica inspiró a los estadounidenses a viajar a Yosemite o a Yellowstone. En la NASA aplicaron el mismo recurso: invitar al espectador a imaginar los exoplanetas como lugares reales, aunque fueran poco habitables.
Durante las conversaciones, artistas y astrónomos buscaron juntos la manera de mostrar esos mundos duros de forma atractiva. Así nacieron imágenes como los dobles atardeceres en Kepler-16b o la noche interminable en el planeta errante PSO J318.5−22, que vaga por la galaxia sin estrella.
Dovey señala que los propios científicos recurren constantemente a la imaginación. Para interpretar los datos sobre las fluctuaciones de brillo de una estrella, construyen mentalmente la imagen de un mundo invisible. Los proyectos artísticos se convirtieron en una continuación natural de ese proceso: ayudan a transmitir ideas científicas al público y, al mismo tiempo, estimulan nuevas preguntas dentro de la propia investigación.
Según Dovey, justamente la colaboración con artistas aporta un impulso adicional a la ciencia. Visualizadores, escritores y cineastas pueden influir en un proyecto desde la fase de planificación, plantear preguntas inesperadas y ofrecer nuevas perspectivas. Así nacen campañas que no solo popularizan la astronomía, sino que también ayudan a los científicos a ver con mayor amplitud sus propios descubrimientos.