En Boston reconocieron investigaciones que primero hacen reír y luego invitan a reflexionar — desde la fisiología digestiva hasta la "física de la pasta".
El 18 de septiembre de 2025 en la Universidad de Boston se celebró la bulliciosa y muy cálida ceremonia de los Ig Nobel —los premios anuales a investigaciones que primero hacen reír y luego invitan a reflexionar. En el escenario, bajo la tradicional lluvia de avioncitos de papel, diez equipos recibieron sus estatuillas de manos de laureados con el Nobel y en exactamente un minuto explicaron ante una sala de mil espectadores por qué su trabajo importa. El tema de la noche fue la digestión: el programa incluyó el estreno de la mini-ópera «La pesada suerte del gastroenterólogo», y para velar por los tiempos Miss Sweetie Poo contó esta vez con una suplente: la habitual protagonista no pudo asistir.
Una de las más citadas historias fue la física del cacio e pepe perfecto, la pasta con pecorino y pimienta negra que tantas veces se apelmaza en la cocina doméstica. Un equipo internacional encabezado por Giacomo Bartolucci, de la Universidad de Barcelona, describió las transiciones de fase de la salsa y propuso una receta que funciona de forma consistente. «Satisfacemos al mismo tiempo la curiosidad y formulamos un problema doméstico en términos físicos: incluso los fracasos de cocina se pueden reducir a una ciencia elegante», dice Bartolucci.
Tampoco faltó un estudio de campo «de lo más salvaje». El premio en nutrición fue para Daniele Dendi, Gabriel Seniagbeto, Roger Miiku y Luca Luizelli por estudiar qué pizzas prefieren las lagartijas arcoíris en la costa de Togo. Su favorita es la de cuatro quesos, y eso, curiosamente, dice mucho sobre cómo los animales salvajes se adaptan al entorno humano.
En aviación ganó el clásico «bajo los efectos del alcohol»: Francisco Sánchez, Mariana Melkon, Karmi Corine y Barry Pinshow demostraron que el alcohol deteriora el vuelo y la ecolocación en los murciélagos, lo que explica por qué estos animales evitan los frutos fermentados en la naturaleza. «La ciencia es seria, pero también divertida y agradable intelectualmente», sonríe Pinshow.
El premio de la paz correspondió a los psicólogos Fritz Renner, Inga Kersbergen, Matt Field y Jessica Wertmann: en un experimento controlado mostraron que una pequeña dosis de alcohol a veces mejora la fluidez verbal en un idioma extranjero, probablemente por la reducción de la ansiedad. «No animamos a nadie a sustituir las clases por una copa, pero comprobar estas “evidencias” es útil», subraya Renner.
En literatura fue premiado el ya fallecido médico William Bina —por la férrea disciplina científica: durante 35 años midió la velocidad de crecimiento de una de sus propias uñas y analizó cuidadosamente los datos. No es una broma, sino un ejemplo de observación y meticulosidad que, en esencia, conforman la ciencia empírica.
El premio en pediatría recayó en Julie Mennelle y Gary Bosham por un trabajo antiguo pero aún relevante sobre cómo el ajo que ingiere la madre lactante altera el olor de la leche materna y el comportamiento del bebé durante la alimentación. En biología destacaron un equipo japonés dirigido por Tomoki Kojima: pintaron vacas con franjas blancas y negras y registraron menos picaduras de moscas —a veces la «cebra» funciona tan bien como los repelentes.
En química destacó el grupo formado por Rotem, Daniel Naftalovich y Frank Greenway: los científicos pusieron a prueba de forma radical la idea de la «saciedad sin calorías», usando un relleno inerte de teflón para aumentar el volumen de la comida y la sensación de saciedad. El estudio suscitó controversia, pero precisamente por experimentos intelectuales como este se quieren los Ig Nobel. En diseño de ingeniería Vikesh Kumar y Sarthak Mittal analizaron en profundidad, desde la experiencia de usuario, cómo un calzado maloliente afecta la «interacción cualitativa» con el zapatero —una historia divertida que, inesperadamente, trata sobre el diseño de lo cotidiano.
Finalmente, en psicología Marcin Zaienkowski y Gilles Jigniac investigaron qué ocurre cuando a las personas, incluidos los narcisistas, se les dice que son «muy inteligentes»: cómo cambia la autopercepción y el comportamiento. El resultado es menos obvio de lo que parece y funciona de forma distinta según los rasgos de personalidad —una buena razón para revisar los enfoques sobre «alabar la inteligencia».
La lista de laureados anteriores recuerda que el origen del premio no es la burla, sino la curiosidad: aquí ha habido «levitación» de una rana viva en un campo magnético, observaciones de necrofilia en patos y el descubrimiento de que el orgasmo puede temporalmente desbloquear una nariz congestionada. En 34 años la ceremonia ha desarrollado su propia estética: mini óperas, avioncitos de papel, un cronometraje estricto y un público muy amable.
El fundador de los Ig Nobel, Mark Abrahams, suele repetir que son premios para lo imposible. Y, en efecto, esa noche en Boston recuerda cada vez que la ciencia comienza con una sonrisa, a la que se añade un experimento cuidado y un análisis honesto. Cuando hay ruido y escepticismo, la capacidad de verificar con calma hipótesis «extrañas» es un valor en sí mismo.