La privacidad pierde un bastión ante la presión judicial.
El Departamento de Justicia de los Estados Unidos obtuvo autorización judicial para realizar un registro remoto de los servidores del mensajero Telegram en el marco de una investigación por explotación infantil. En la petición presentada por la fiscalía se indicaba que tal medida era necesaria debido a la negativa de la empresa a cooperar con las autoridades y a responder a solicitudes oficiales. El juez autorizó el uso de técnicas especiales de acceso remoto, que permiten enviar a los servidores de Telegram una secuencia de solicitudes. Estas solicitudes obligan al sistema a devolver información sobre la cuenta objetivo, incluidos los mensajes y los datos relacionados con ella.
Esta decisión fue cubierta por la publicación CourtWatch con base en documentos judiciales; sin embargo, no se incluyeron enlaces directos en la noticia, ya que los documentos contienen datos personales identificativos.
Según el documento, la información descargada debe conservarse en el dispositivo de la investigación dentro de la jurisdicción donde se lleva a cabo el proceso. Asimismo se subrayó que no se emprenderán intentos adicionales de acceso a la cuenta sin una orden judicial separada. Por tanto, se trata de una intrusión remota única en la infraestructura de Telegram con el objetivo de extraer la correspondencia y otros materiales necesarios para el caso.
Este caso se convirtió en un ejemplo paradigmático de cuando las autoridades estadounidenses decidieron emplear acceso directo a servidores extranjeros para superar la barrera de la falta de cooperación por parte de la empresa. Tales acciones generan debates sobre los límites de las facultades de los servicios especiales, la jurisdicción transfronteriza y las consecuencias para los usuarios de mensajeros que se presentan como protegidos frente al control externo.