El último bastión del cifrado amenaza con abandonar Europa.
En Europa ha vuelto a intensificarse el debate sobre la llamada «Chatkontrolle» — los planes para introducir mecanismos obligatorios para la búsqueda automática de material prohibido en los mensajeros. En medio de estas discusiones la directora de Signal Meredith Whittaker afirmó que, si la Unión Europea aprueba una ley que obligue a incorporar tales sistemas en las aplicaciones, la empresa abandonará el mercado europeo. Según ella, la elección entre preservar el cifrado y cumplir los requisitos regulatorios es imposible: Signal nunca sacrificará la privacidad de los usuarios.
El proyecto de ley se está debatiendo desde hace ya tres años y prevé la verificación de los mensajes antes de que sean cifrados. Esto supone la creación de facto de una «caja negra» integrada que puede analizar todo el tráfico de los usuarios. El Parlamento Europeo, en una votación, se pronunció en contra de dichos mecanismos; sin embargo, el Consejo de la UE había mostrado anteriormente disposición a apoyar la iniciativa, y con la nueva presidencia de Dinamarca la cuestión volvió a estar en la agenda. Alemania y varios otros países aún no han tomado una posición definitiva, y de su decisión dependerá el resultado.
Llamó especialmente la atención la redacción del acuerdo de coalición del gobierno alemán: allí se garantiza la protección del anonimato y del secreto de la correspondencia, pero se introduce la salvedad «en principio». Esa ambigüedad provoca temores de que Berlín pueda aceptar un compromiso que permita la implantación de funciones de control incluso en aplicaciones protegidas.
Meredith Whittaker subrayó que el cifrado de extremo a extremo salva la vida de millones de personas en todo el mundo, también en contextos de represión política. Calificó de ilusión la idea de una puerta trasera «segura» a la que solo tendrían acceso las autoridades. Si la ley llegara a entrar en vigor, Signal intentaría buscar soluciones alternativas junto con sus socios y la comunidad, como ya se hizo en los países donde se bloqueó el mensajero. Pero, en última instancia, si no fuera posible proteger los datos de los usuarios, la empresa preferiría abandonar completamente el mercado.
Además, Whittaker abordó la rápida expansión de los llamados «agentes de IA» — sistemas autónomos basados en inteligencia artificial que pueden actuar en nombre del usuario: reservar mesas en restaurantes, gestionar la correspondencia y ejecutar otros encargos. Según ella, esos servicios requieren permisos de acceso excesivamente amplios y, de hecho, obtienen control sobre el correo, el calendario, los datos bancarios y los mensajeros. Para limitar su intervención, la responsabilidad debe asumirla el desarrollador del sistema operativo — Microsoft, Google y Apple. Son ellos quienes deben incorporar en sus plataformas barreras técnicas que permitan a los usuarios rechazar funciones impuestas.
Así, Signal se ha situado en el centro de dos conflictos estratégicos a la vez: con los políticos europeos que buscan debilitar el cifrado y con los gigantes tecnológicos que abren paso a nuevos servicios basados en IA. En ambos casos la empresa insiste en lo mismo: la protección de la correspondencia y de los datos personales no puede sacrificarse ni por comodidad ni por una seguridad supuesta.