El rostro de los usuarios, ahora la nueva clave para la geolocalización y los "secretos" de Tinder.
En medio de vídeos virales en redes sociales, llamaron la atención de los usuarios sitios que ofrecen, a partir de la fotografía de una persona, encontrar su perfil en Tinder. Las plataformas Cheaterbuster y CheatEye afirman que usan algoritmos de reconocimiento facial, permitiendo a cualquiera identificar a un usuario concreto a partir de una foto y obtener información sobre su ubicación y actividad. 404 Media verificó el funcionamiento de estos servicios y confirmó que realmente son capaces de encontrar la cuenta buscada en la aplicación de citas —incluso si la persona no había dejado rastros accesibles a través de la interfaz oficial de Tinder.
Estos instrumentos se presentan como una manera de «comprobar a la pareja» o «pillar a un infiel», pero en la práctica se convierten en herramientas de vigilancia. Abren la posibilidad de abusos: desde el acoso a exparejas hasta el seguimiento de los desplazamientos de una persona sin su conocimiento. Desde Electronic Frontier Foundation (EFF) señalaron que proyectos de este tipo son la herramienta ideal para acosadores que se amparan en motivos cotidianos.
El servicio Cheaterbuster, anteriormente conocido como Swipe Buster, existe desde hace varios años, pero recientemente recibió un módulo de reconocimiento facial. Al probarlo, 404 Media subió fotografías de dos voluntarios y en ambos casos el sistema ofreció resultados correctos —indicando los barrios donde las personas realmente habían estado. Las ubicaciones resultaron ligeramente desactualizadas, pero bastante precisas: hasta barrios concretos de Los Ángeles y Brooklyn. Para realizar una búsqueda basta indicar el nombre supuesto, la edad y la ciudad. Si los datos no son exactos, se pueden activar las funciones «rostros similares» o «mostrar todos» para un rango de edad determinado. El servicio cuesta alrededor de $20 al mes y no requiere nada más que conexión a internet y una dirección de correo electrónico.
Según los propios desarrolladores, los resultados se basan en datos publicados por usuarios de Tinder, pero esa información no puede obtenerse por medios estándar de la aplicación. Un representante de Tinder declaró que la compañía no está relacionada con Cheaterbuster ni con CheatEye y prohíbe categóricamente ese uso de la información. En Tinder subrayaron que la seguridad y la privacidad de los usuarios son una prioridad, y que cualquier intento de recolección externa de datos viola las normas de la plataforma. Los creadores de los sitios no respondieron a las solicitudes de 404 Media.
Cheaterbuster se promociona activamente mediante marketing viral. En TikTok e Instagram se hacen populares vídeos en los que los blogueros supuestamente encuentran el perfil de la persona entrevistada justo durante la entrevista. En algunos clips aparecen capturas con fotografías borrosas de Tinder, y una voz en off afirma que «el sistema de reconocimiento facial encontró una coincidencia». Sin embargo, parte de esos vídeos se crean por encargo de la propia empresa. El servicio está conectado al programa de socios Clipping.io, que paga a los creadores de contenido $9,99 por cada suscriptor y promete una recompensa de hasta $40 por 100 000 visualizaciones. En el panel de Clipping.io hay vídeos plantilla y guiones para crear publicaciones «virales», y el presupuesto total de las campañas de Cheaterbuster se estima en cientos de miles de dólares.
La aparición de estas herramientas refleja un cambio en el uso de las tecnologías de reconocimiento facial: de los servicios de inteligencia y la policía al uso comercial masivo. Si antes bases de datos de este tipo las creaban empresas como Clearview AI, que vendía servicios a organismos estatales, ahora las posibilidades de vigilancia están en manos de cualquier usuario. Servicios como Pimeyes ya permitían buscar fotografías de personas por todo internet, y ahora mecanismos similares se utilizan para vigilar la actividad en aplicaciones de citas. Para las víctimas de acoso o violencia esto puede tener consecuencias extremadamente peligrosas —porque ahora se las puede localizar por una sola fotografía.