«¿Sin puertas traseras?» — La broma de Xi Jinping sobre los móviles Xiaomi desata temores reales de espionaje

«¿Sin puertas traseras?» — La broma de Xi Jinping sobre los móviles Xiaomi desata temores reales de espionaje

¿El líder chino se está burlando de su homólogo o está insinuando espionaje?

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Durante una reunión oficial con el presidente de Corea del Sur, el líder de la RPC Xi Jinping inesperadamente abordó el tema de la seguridad digital —aunque en tono de broma. Tras el intercambio de regalos, en el que I Chzhmen entregó al líder chino un tablero de go —símbolo de intereses compartidos—, Xi obsequió a su homólogo dos teléfonos inteligentes Xiaomi con pantallas de fabricación surcoreana. Sonriendo, I preguntó si la comunicación en esos dispositivos era segura. En respuesta, Xi sugirió con ironía comprobar si "no había una puerta trasera".

Las puertas traseras —mecanismos de acceso remoto incorporados intencionalmente— llevan ya varios años preocupando a los países occidentales cuando se trata de la electrónica china. Precisamente por esas inquietudes, los gobiernos de EE. UU. y sus aliados restringen el uso del equipo de Huawei y ZTE. Se considera que los dispositivos podrían ser empleados por Pekín para el control encubierto de los usuarios. En ese contexto, incluso un comentario casual sobre la seguridad de los teléfonos inteligentes puede interpretarse como una alusión inequívoca y provocar una nueva ronda de debates.

La situación empeora por el momento en que se hizo la broma. La economía china sigue enfrentando dificultades debido a la caída del consumo interno, y las autoridades apuestan cada vez más por los mercados externos. Uno de los pocos sectores exportadores en los que el país ha logrado éxitos notables sigue siendo la electrónica de consumo. Los teléfonos Xiaomi ocupan de forma estable el tercer lugar en el mundo por volumen de entregas, por detrás solo de Apple y Samsung. Mantener la confianza en la marca se vuelve críticamente importante, por lo que cualquier duda sobre la fiabilidad de los dispositivos puede afectar seriamente la percepción de la empresa fuera de China.

Además, las acusaciones sobre la seguridad digital de los productos chinos se apoyan en ejemplos concretos. El grupo de hackers Salt Typhoon, que analistas vinculan con los servicios de inteligencia chinos, es sospechoso de ataques a redes de telecomunicaciones en varios países. Según agencias occidentales, los atacantes introdujeron en la infraestructura mecanismos ocultos de acceso que permiten realizar vigilancia encubierta y mantener una presencia a largo plazo en las redes.

La desconfianza hacia las tecnologías chinas se ve reforzada por la política interior de Pekín. El sistema de censura en internet, conocido como el Gran Cortafuegos, permite al Estado controlar prácticamente todo lo que los ciudadanos hacen y dicen en línea. En ese contexto no sorprende que los usuarios recurran a alusiones y códigos para expresar su opinión, evitando bloqueos y sanciones.

La exportación de tecnologías digitales desde la RPC también genera dudas. Según analistas, los sistemas de vigilancia chinos se exportan al extranjero y se usan en países con regímenes autoritarios —como Pakistán y Camboya.

En ese contexto, incluso una frase irónica y breve del líder de la RPC sobre "comprobar si hay puertas traseras" resulta lejos de ser inocua. Toca de inmediato varios temas sensibles —desde la seguridad de las comunicaciones hasta la confianza en la infraestructura global—. Y las consecuencias pueden ser mucho más graves: en la política internacional, comentarios así rara vez se quedan en palabras.

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