Ordenadores cuánticos o IA: qué cambiará de verdad el mundo y qué quedará como moda pasajera

Ordenadores cuánticos o IA: qué cambiará de verdad el mundo y qué quedará como moda pasajera

Los inversores destinan miles de millones a ambas industrias, pero una podría llevar a la quiebra a corporaciones enteras en apenas cinco años.

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En el contexto del rápido desarrollo de la inteligencia artificial, las tecnologías de cómputo cuántico permanecen en la sombra, a pesar del potencial capaz de transformar sectores fundamentales de la ciencia y la industria. La física cuántica, que subyace a estos sistemas, sigue siendo una de las áreas más difíciles de comprender, lo que frena la atención masiva hacia ella. Sin embargo, de forma paralela a la IA, grandes empresas e institutos científicos siguen dando pasos visibles en este campo, invirtiendo miles de millones en la búsqueda de aplicaciones prácticas.

Hoy en día, los desarrollos cuánticos se asocian principalmente con el hardware físico —desde máquinas de cálculo hasta sensores y nuevas formas de comunicación—, mientras que la inteligencia artificial se presenta predominantemente como software. La combinación de estas dos ramas podría dar lugar a una nueva paradigma tecnológico, aunque los experimentos actuales muestran que para ello se necesitará equipo cuántico aún más potente y nuevos avances científicos.

Según McKinsey, para 2035 el volumen del mercado de tecnologías cuánticas podría alcanzar los 97 000 millones de dólares, mientras que la valoración de mercado de la IA ya se cuenta en billones. No obstante, ambas tecnologías vienen acompañadas de expectativas elevadas y decepciones periódicas. En octubre, los analistas advirtieron sobre una posible caída de las acciones de empresas cuánticas de hasta un 62 %, y en relación con la IA cada vez se habla más de un mercado "sobrecalentado".

Además, los sistemas cuánticos, al igual que las redes neuronales, son susceptibles a fallos. Mientras que en la IA aparecen las llamadas "alucinaciones" —respuestas inventadas—, los dispositivos cuánticos sufren la vulnerabilidad de su entorno de trabajo. Cualquier perturbación externa, ya sea luz o ruido, puede alterar el frágil estado cuántico.

Los propios ordenadores cuánticos son instalaciones voluminosas de tipo experimental. Requieren temperaturas ultrabajas y refrigeración por láser. Sin embargo, algunos enfoques ya permiten acercarse a la temperatura ambiente —por ejemplo, mediante el uso de diamantes cultivados artificialmente, como hace la filial de De Beers llamada Element Six en asociación con Amazon Web Services.

Aunque en todo el mundo hay alrededor de doscientos de estas instalaciones, algunos expertos ya hacen predicciones ambiciosas. En particular, el director de Quantinuum, valorada en 10 000 millones de dólares, considera que el impacto de la computación cuántica se notará en todos los aspectos de la vida cotidiana. Y el profesor Peter Knight sostiene que un ordenador cuántico podrá resolver problemas que los superordenadores tradicionales no podrían resolver ni siquiera en la edad del universo.

Una de las aplicaciones más prometedoras es la medicina. Se supone que los algoritmos cuánticos podrán procesar rápidamente miles de millones de combinaciones de moléculas para crear nuevos fármacos —un proceso que actualmente lleva años. Por ejemplo, el chip Willow de Google, presentado en 2024, según la empresa es capaz de resolver en 5 minutos una tarea que incluso a los sistemas clásicos más potentes les llevaría 10 septillones de años.

Otra área importante es la agricultura y la industria química. Allí, la computación cuántica puede ofrecer nuevos métodos para producir fertilizantes y mejorar la eficiencia en la distribución de recursos. En cuanto a los sensores, los principios cuánticos ya se aplican en relojes atómicos y en sistemas no invasivos de escaneo cerebral. Por ejemplo, en 2019, en la Universidad de Nottingham se probó un prototipo de casco capaz de registrar con alta precisión la actividad neuronal en niños, sin requerir la inmovilidad total que exigen las resonancias magnéticas clásicas.

En Londres, los científicos también probaron una "brújula cuántica" —una alternativa al GPS capaz de operar en condiciones donde las señales de los satélites no llegan. Esta tecnología puede aumentar la resiliencia de los sistemas de posicionamiento, importantes no solo para la defensa sino también para las transacciones bancarias que requieren sincronización temporal precisa.

Otras direcciones incluyen el sector energético, donde la Red Nacional de Electricidad del Reino Unido investiga la posibilidad de gestionar la generación en tiempo real con soluciones cuánticas, así como la logística del transporte —por ejemplo, Airbus prueba algoritmos cuánticos para optimizar la carga de los aviones, lo que influye directamente en el consumo de combustible.

Pero junto con las perspectivas también llegan riesgos. Una de las principales amenazas es la posibilidad de que en el futuro los ordenadores cuánticos descifren los esquemas de cifrado actuales. Ya hoy, organismos estatales interceptan datos cifrados con la expectativa de descifrarlos más adelante, cuando exista el equipo adecuado.

El paso a estándares de cifrado poscuántico ha comenzado: Apple y Signal ya utilizan claves de nueva generación. Pero estas medidas no se aplican a los datos ya protegidos con métodos antiguos. La aparición de un sistema cuántico plenamente operativo capaz de abrir esos archivos se denomina "día Q" (Q-day), y según las previsiones podría llegar ya en 2030.

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