Un estudio revela cómo el sentido del tacto detecta micro «eco-señales» de objetos ocultos.

El sentido del tacto humano resultó ser mucho más profundo de lo que se pensaba: un estudio de especialistas del Reino Unido mostró que las personas pueden percibir objetos sin tocarlos directamente. A este efecto se le llama "tacto a distancia": la capacidad de reconocer objetos a través de vibraciones mecánicas del medio, de forma similar a cómo las aves costeras encuentran presas bajo una capa de arena. Hasta hace poco esta habilidad se consideraba una característica exclusiva de los animales, pero el experimento demostró que, en cierta medida, también es propia del ser humano.
Para comprobar hasta qué punto se extiende el sentido del tacto humano, los investigadores crearon un montaje con una caja llena de arena, dentro de la cual ocultaron un pequeño cubo. Los participantes debían mover el dedo por la superficie intentando determinar en qué lugar bajo la arena se encontraba el objeto, sin tocarlo. Para ello se utilizó una guía LED que fijaba la trayectoria del movimiento, con el fin de garantizar condiciones idénticas para todos los sujetos.
Los resultados resultaron inesperados. Las personas efectivamente percibían la presencia del objeto oculto antes del contacto físico. El sistema sensorial de la mano captaba desplazamientos apenas perceptibles de los granos de arena que se generaban cuando el dedo producía débiles vibraciones en el lecho granular. Estas señales microscópicas en forma de "eco" rebotaban en la superficie oculta y regresaban, lo que permitía al cerebro reconstruir los contornos del objeto. La modelización física confirmó que la sensibilidad detectada se aproxima al límite teórico: el desplazamiento mínimo que es posible captar a través de un medio granular.
Para verificar la fiabilidad de los datos, los investigadores diseñaron un segundo experimento con un brazo robotizado UR5, equipado con un sensor táctil. El robot se movía por la misma arena y aprendía a buscar el cubo mediante un algoritmo basado en memoria a largo plazo (LSTM). La comparación de resultados mostró: el ser humano alcanzó una precisión del 70,7% al determinar la posición del objeto, y el robot, aunque lo "sentía" a una distancia algo mayor, con frecuencia ofrecía falsas alarmas, de modo que la precisión media fue de alrededor del 40%. No obstante, ambos sistemas mostraron una sensibilidad cercana al límite físico, lo que indica regularidades similares en la percepción de sensores biológicos y artificiales.
Este efecto altera la comprensión de los límites de la percepción humana. Antes se pensaba que el tacto se limitaba al contacto directo: la piel reaccionaba solo a la presión, la temperatura o la textura de una superficie. Sin embargo, el nuevo trabajo demuestra que los receptores cutáneos pueden responder también a débiles reflexiones mecánicas transmitidas a través de la arena, el líquido o incluso el aire. Esta capacidad constituye un "contorno perceptivo remoto" alrededor del cuerpo, que permite a la persona sentir el mundo un poco más allá de sus propios límites.
El valor práctico del descubrimiento es enorme. Los investigadores señalan que los principios del tacto a distancia pueden aplicarse en la creación de robots más sensibles, prótesis médicas e instrumentos para trabajar con visibilidad limitada. Los robots equipados con sensores análogos podrán inspeccionar el terreno, buscar artefactos arqueológicos u objetos bajo la superficie del suelo sin dañarlos. Y en perspectiva, estas tecnologías ayudarán en perforaciones, labores de rescate y la exploración de otros planetas, donde los datos visuales son limitados, por ejemplo en el estudio de la arena marciana o del lecho marino.
En el estudio se prestó especial atención a la interacción entre la psicología y la ingeniería. Los datos obtenidos de personas se usaron para entrenar el algoritmo del robot, y los resultados del análisis automático, a su vez, ayudaron a precisar los parámetros físicos de la percepción humana. De este modo, el proyecto se convirtió en un ejemplo de cómo la unión de la neurofisiología, la robótica y la inteligencia artificial puede conducir a descubrimientos fundamentales sobre el funcionamiento de los órganos sensoriales.