Americio-241: un modesto isótopo que podría redibujar el futuro del espacio.
En su empeño por ampliar las fronteras de la exploración espacial, la NASA apuesta por un nuevo tipo de combustible nuclear capaz de mantener operativas las sondas en lugares donde la luz solar es inaccesible o demasiado débil.
Durante más de sesenta años, la agencia ha utilizado fuentes de energía radioisotópicas, principalmente basadas en plutonio-238. Este isótopo ha proporcionado energía de forma fiable a las misiones en las regiones más alejadas del Sol. Sin embargo, ahora la atención se centra en el americio-241 —una sustancia desarrollada en Europa y actualmente en fase de prueba en territorio estadounidense.
A comienzos de año, el Centro Glenn en Cleveland, en colaboración con la Universidad de Leicester, llevó a cabo pruebas con un generador Stirling utilizando simuladores de emisión térmica equivalentes a la desintegración del americio-241. Los experimentos emplearon elementos calefactores especiales, lo que permitió verificar los parámetros del sistema sin contacto directo con materiales radiactivos.
A diferencia de las fuentes termoeléctricas tradicionales, el convertidor Stirling no contiene bielas ni partes giratorias. Su diseño se basa en el principio de pistones flotantes, lo que reduce significativamente el desgaste y garantiza años de funcionamiento sin mantenimiento —una característica crucial para dispositivos ubicados lejos de la Tierra. Además, las pruebas demostraron que incluso si uno de los módulos falla, el sistema sigue funcionando y suministrando energía.
Según el ingeniero de la NASA Salvatore Oriti, el proyecto partió de un esquema conceptual, pero en poco tiempo se desarrolló un prototipo cercano al nivel apto para vuelo. Destacó que una ejecución tan rápida y rentable fue posible gracias a la coordinación efectiva entre especialistas británicos y estadounidenses.
Se lograron todos los parámetros clave, y ahora el plan de la agencia es desarrollar una versión más ligera y precisa, adecuada para pruebas en condiciones que simulan el entorno espacial. Si los prototipos cumplen con las expectativas, el americio-241 se integrará como una solución energética para misiones en las zonas más remotas del sistema solar, donde la fiabilidad del equipo es prioritaria y el uso de paneles solares carece de sentido.
Como subrayó la investigadora Hannah Sargeant de la Universidad de Leicester, uno de los logros más importantes del nuevo diseño es su capacidad para seguir operando incluso cuando falla un módulo. Este resultado confirmó la alta resistencia y durabilidad del sistema, capaz de funcionar de forma autónoma durante décadas.
El interés de la NASA no se debe únicamente a las ventajas técnicas. El americio tiene una vida media de 432 años, es más fácil de producir y escalar que el plutonio-238, cuyas reservas son muy limitadas. La Agencia Espacial Europea lleva tiempo trabajando en este tipo de tecnologías, y la actual cooperación con Leicester se basa en su amplia experiencia.
El siguiente paso será la creación de un nuevo banco de pruebas: más ligero, más eficiente y capaz de soportar las cargas del lanzamiento y las condiciones del vacío. Entre las pruebas previstas se incluyen vibraciones, ciclos térmicos y sellado bajo baja presión.
En el futuro, estas unidades podrían alimentar instrumentos científicos, módulos de aterrizaje e incluso pequeños hábitats —incluidos aquellos en regiones permanentemente en sombra en la Luna o en lunas heladas de los gigantes gaseosos, donde el uso de paneles solares resulta impracticable. Si el desarrollo alcanza la fase práctica, se convertirá en un pilar energético de los programas espaciales de largo alcance más allá de la órbita terrestre.