Tradición y código se enfrentan en un debate que definirá el futuro de la cultura japonesa.
El gobierno japonés se dirigió a la empresa OpenAI con un llamado para proteger el patrimonio cultural nacional —específicamente los géneros del anime y el manga. La declaración se produjo poco después del lanzamiento de la versión actualizada del generador de vídeo Sora 2, que provocó una ola de críticas por las cuestiones de derechos de autor que surgieron.
El ministro de Propiedad Intelectual de Japón, Minoru Kiuchi, a través del correspondiente departamento del Gabinete de Ministros, envió a OpenAI una solicitud «no incorporarse a procesos que puedan conducir a la vulneración de derechos», subrayando que el anime y el manga no son solo productos de la cultura de masas, sino también parte del patrimonio nacional.
Ya en el momento del lanzamiento de Sora 2, OpenAI ofreció a los titulares de derechos la posibilidad de «optar por excluir» sus materiales del entrenamiento; sin embargo, las autoridades japonesas consideran que ese modelo es insuficiente. El ministro de Transformación Digital, Masaaki Taira, apoyó la idea de pasar a un esquema de «inclusión por consentimiento», en el que el uso de contenido solo sea posible con la autorización de los propietarios de los derechos, y presionó por mecanismos para eliminar materiales controvertidos a petición de sus propietarios.
Incluso antes del lanzamiento, los usuarios de Sora 2 ya habían creado vídeos claramente estilizados según obras de anime icónicas: por ejemplo, algunos trabajos recordaban a Ghibli, Dragon Ball y otros estilos reconocibles. Esto provocó acusaciones de plagio y aumentó la inquietud entre los creadores.
Además de la solicitud oficial, varios miembros del Parlamento pidieron que Japón sea considerado líder en la regulación de la IA y del derecho de autor. Señalan que un país con una poderosa industria del anime y los videojuegos tiene el derecho y la responsabilidad de establecer estándares para la interacción entre la tecnología y la creatividad.
OpenAI, por su parte, ya informó de contactos con empresas del sector, ofreciéndose a que excluyeran sus propias obras de los datos de entrenamiento. Sin embargo, no está claro si estas propuestas afectaron a los titulares de derechos japoneses ni en qué medida participaron.
Japón exige, en cambio, una reestructuración más radical de los procesos: el gobierno quiere que OpenAI obtenga permisos por adelantado, compense el uso de materiales y responda rápidamente a las solicitudes de eliminación.
La situación representa otro giro del conflicto entre el rápido desarrollo de las tecnologías generativas y la protección del derecho de autor. Japón declaró que está dispuesto a defender sus valores culturales y insiste en que las tecnologías sirvan, y no socaven, la base creativa.