EE. UU. se abstuvo en la votación sobre una convención de la ONU ante críticas por "ciberautoritarismo".

72 países firmaron en Hanói, Vietnam, la primera Convención de la ONU sobre la lucha contra la ciberdelincuencia en el mundo, que crea un mecanismo jurídico global para contrarrestar las amenazas digitales. El documento, en el que se trabajó durante varios años, debe convertirse en la base de la cooperación internacional en la investigación y la prevención de la ciberdelincuencia.
Entre los firmantes están Reino Unido, los Estados miembros de la Unión Europea, China, Rusia, Brasil, Nigeria y decenas de otros países. La Convención establece nuevos procedimientos de cooperación entre gobiernos, intercambio de pruebas digitales y seguimiento de delincuentes que utilizan la tecnología para actividades ilícitas.
El secretario general de la ONU, António Guterres, al intervenir en la ceremonia, dijo que el ciberespacio se ha convertido en «un terreno fértil para los delincuentes», que con su ayuda arruinan a familias, roban fondos y causan cada año a la economía mundial pérdidas de billones de dólares. Según él, la Convención aprobada será una poderosa herramienta jurídica para fortalecer la protección colectiva y es especialmente importante para los países en desarrollo que necesitan formación de especialistas y apoyo técnico.
La ONU estima el daño anual mundial por la ciberdelincuencia en 10,5 billones de dólares. El documento fue aprobado por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2024 y entrará en vigor 90 días después de su ratificación por parte del cuadragésimo participante. Cada Estado deberá aprobar el acuerdo conforme a su procedimiento nacional.
La directora ejecutiva de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Ghada Waly, subrayó que la ciberdelincuencia ha cambiado radicalmente la estructura del crimen organizado, y que solo la cooperación internacional puede detener este proceso. Llamó a la Convención «un instrumento vital» que ayudará a hacer el espacio digital más seguro.
Según el documento, se crea la primera red global de intercambio de pruebas electrónicas las 24 horas, que permite a las fuerzas del orden responder de forma rápida a los incidentes e investigar delitos en conjunto. Por primera vez la Convención consagra a nivel internacional la responsabilidad penal por actos cometidos mediante el uso de internet, incluyendo la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, y establece estándares uniformes para el tratamiento de las pruebas digitales.
Al mismo tiempo, el nuevo tratado suscitó críticas enérgicas. Representantes de la industria tecnológica consideran que sus disposiciones podrían poner en riesgo las investigaciones en el ámbito de la ciberseguridad y provocar abusos en las solicitudes transfronterizas de datos. Las organizaciones de derechos humanos advierten que la Convención de facto legaliza amplios sistemas de vigilancia electrónica y puede ser utilizada por regímenes autoritarios contra disidentes, periodistas y activistas.
Un especialista de la organización Access Now, Ramanjit Singh Chima, dijo que el documento abre el camino al «ciberautoritarismo» y a presiones transnacionales, ya que permite la recopilación e intercambio de información sin garantías sólidas de confidencialidad.
La ausencia más destacada en la lista de firmantes fue la de Estados Unidos. Representantes del Departamento de Estado informaron que la delegación estadounidense estuvo presente en la ceremonia, pero Washington aún se abstuvo de firmar mientras continúa analizando el texto del tratado.
Guterres, respondiendo a las críticas, subrayó que la Convención debe ser una promesa para proteger los derechos humanos básicos —la privacidad, la dignidad y la seguridad— tanto en el mundo real como en el digital. Añadió que el documento soluciona un problema clave que los investigadores han enfrentado durante las últimas décadas: la posibilidad de intercambio operativo de pruebas electrónicas entre países. Según él, «por primera vez surgirá un camino claro para superar la situación en la que el delincuente se encuentra en un país, la víctima en otro y los datos en un tercero».