Un vial de la misión Apolo 17 estuvo 50 años olvidado; ahora revela que la Luna es muy distinta a lo que creíamos.

Un vial de la misión Apolo 17 estuvo 50 años olvidado; ahora revela que la Luna es muy distinta a lo que creíamos.

Azufre distinto al terrestre: científicos hallan una anomalía con aires prehistóricos

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Investigadores de la Universidad Brown descubrieron en la Luna nuevos isótopos de azufre, que no se encuentran en las rocas terrestres. Analizando muestras recolectadas por los astronautas de la misión Apolo 17 en 1972 y que permanecieron selladas casi medio siglo, los investigadores identificaron compuestos con una composición isotópica inusual. Este descubrimiento ayuda a comprender mejor los procesos químicos que ocurrieron durante la formación de la Luna y aporta nueva información sobre la historia temprana de la Tierra.

Cuando la tripulación de la última expedición lunar — Eugene Cernan y Harrison Schmitt — llevó a la Tierra las muestras recolectadas, la NASA decidió no abrir parte de los contenedores. En el marco del programa Apollo Next Generation Sample Analysis (ANGSA) la agencia conservó deliberadamente algunas muestras sin alterar, para que científicos del futuro pudieran analizarlas con tecnologías más avanzadas. Una de esas muestras fue el regolito del área Taurus-Littrow — el último lugar de alunizaje humano en la Luna.

Más de 50 años después, especialistas de la Universidad Brown abrieron un contenedor hermético y realizaron un análisis con métodos modernos. Determinaron que el material volcánico de esa muestra contiene compuestos de azufre en los que está notablemente reducido el contenido del isótopo azufre-33 — uno de los cuatro isótopos estables de este elemento. Esa relación isotópica no se encuentra en ningún mineral terrestre conocido.

La composición isotópica de una sustancia actúa como una especie de «huella dactilar», que permite determinar dónde y en qué condiciones se formó. Durante décadas los científicos supusieron que los isótopos de azufre en la Luna deberían ser similares a los terrestres, como ocurre con el oxígeno. Sin embargo, los resultados del nuevo análisis mostraron lo contrario: el azufre lunar tiene un perfil isotópico completamente distinto. Esta discrepancia obliga a revisar las ideas previas sobre que los mantos de la Tierra y la Luna comparten una fuente común.

La muestra en la que se basa el estudio fue extraída con una tubería de perforación doble — un cilindro metálico que los astronautas hincaban en la superficie para obtener capas de regolito de distintas profundidades. Tras su regreso a la Tierra, la muestra permaneció todo ese tiempo almacenada en una cámara hermética llena de helio inerte, lo que impidió el contacto con el oxígeno y la humedad de la atmósfera terrestre. Gracias a ello se pudo realizar el análisis en condiciones ideales — el material se mantuvo tal como estaba en la Luna. Para el estudio se usó la espectrometría de masas de iones secundarios — un método que permite medir con gran precisión la relación de isótopos en la red cristalina de los minerales. En la década de 1970 no era posible realizar este tipo de procedimiento.

Los científicos suponen que las proporciones inusuales de isótopos reflejan procesos químicos que ocurrieron en las etapas más tempranas de la existencia de la Luna. Una de las hipótesis principales relaciona estos resultados con un gigantesco impacto entre la joven Tierra y la proto-planeta Theia, de cuyos restos —según los planetólogos— se formó el satélite. Si esta suposición es correcta, el azufre encontrado podría ser un vestigio de aquellos procesos antiguos, conservado en las rocas lunares durante cuatro mil quinientos millones de años.

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